LAS HISTORIAS DE ESPERANZA

RUTH BEHAR

CAPITULO 1

MADRES E HIJAS

Los trigales se reflejaban en sus ojos, cuando sus manos, en el trabajo, se apretaban sobre las espigas doradas y formaban ramilletes que se volvían tortillas húmedas de lágrimas.

� Nellie Campobello, Las manos de Mamá


Es el primero de julio de 1985. Esperanza y yo ya tenemos rato de estar platicando en la cocina. Hoy pienso grabar nuestras conversaciones por primera vez.

�Pues comadre �le digo�, me gustaría que me contara de su vida. De su primer recuerdo.

Apenas termino la frase cuando suelta Esperanza la carcajada. Sus hijos Norberta y Mario se divierten al ver la alegría que he provocado en su madre y se ríen con ella. David enciende la casette grabadora. La lucecita roja de la grabadora parpadea como una luciérnaga.

Al fin se sosiega la risa y dice Esperanza:

�Comadre, que vida, que vida yo pasé. No, mi vida es una historia muy grande. No, yo mi vida fue muy triste. Triste. Negra, negra. Como la vida de mamá. Mire, �quiere que le cuente desde cuando yo nací?

�Sí,� contesto, todavía sin darme cuenta de que me está tomando el pelo.

Y se ríen de nuevo.

�Yo soy muy escandolosa para reírme, para platicar. Por eso mi hermana dice, "Ay, mujer, tú. �Que tal tú alegas? Ríete con calma. Ríete seria. Cálmate. Tú te alborotas." �"Yo así soy. Tú, como estás amargada," dije. "Yo no. Yo, a pesar de que me las he pasado negras, la vida que yo he pasado," dije, "yo no estoy mal ya pa ello". Ya dijo mi mamá, "Ya me pueden envolver cuando ya estaré allí tirada," dice, "pero ahorita que todavía..."

Las golondrinas que hacen sus nidos entre las vigas de nuestro patio de repente emprenden un vuelo estrepitoso. Esperanza me informa que también ha visto que murciélagos, ratas viejas, moran en nuestra casa. Me aconseja tener cuidado, ya que las ratas viejas son sabandijas de mal agüero. Dejamos de hablar para escuchar mejor y yo mientras tanto saco galletas y sodas para todos, lo mismo que haré de ahora en adelante cada vez que viene Esperanza a platicar.

Sentada derecha en la silla y mirándome fijamente en los ojos, ahora me dice Esperanza:

�Mire, comadre, �por qué le ha gustado que yo le cuente mi vida desde la niñez?

�Me parece muy interesante �la contesto con toda seriedad.

Esperanza se ríe.

�No, y me gusta oírle platicar sus cuentos. Sus historias �explico, buscando forma de salir de la broma.

��Sus historias!� Y de nuevo suelta la carcajada. Y añade: �Bueno, mire. Desde cuando yo nací, pues sabrá Dios.

Esperanza y los hijos no dejan de reír. Consigo sonreír con ellos pero ya me siento un poco ridícula.


�Que platica mamá que yo nací:

a las tres de la tarde,
y atrás del metate.

Mi mamá se fue con mi papá, pero a un rancho, allí La Campana. Mamá platica. Platica ella cuando yo nací, todo. La vida que pasamos, la vida que sufrió ella con mi papá. Es que mi papá era... Bueno, es, porque todavía vive. Bueno, nomás el son que tengo papá. Pero el no nos junta, no nada. Ni nosotros tampoco. No nos hablaba de hijos. Nos trataba que eramos perros. Así nos trataba.

Mi papá es muy recio. Quien sabe, a lo mejor también yo saqué algo de � Yo sí. Yo cuando me enojo y me hacen enojar, yo los agarro, y los cueriguo. Si, �poco falta para colgarse! No, nomás si me hacen enojar, sí. No, yo sí, yo tengo alma negra. Como que no. Tenemos que sacar algo de la vida, verdad, sacar sus padres, �no cree?

Claro. Entonces yo recuerdo cuando yo vinía creciendo, tenía cinco o seis años. �Ay! mi papá le daba una vida eterna a mi mamá. La golpeaba mucho, la escalabraba. Y no más de cualquier cosa. Ya porque el nene, por allí, que se murieron. Ya porque lo andaba embracilando mi mamá. Ya porque no le servía pronto. Ya porque no le daba tortillas. Si no tenía mi mamá, �qué le daba? Si no más tenía puros frijoles de la olla, es lo que le daba. Pues mi papá la golpeaba de cualquier cosa, me acuerdo yo.

Luego nosotros, era mi hermana, que era la mayor, yo, mi hermano, y uno que se murió, entonces chico. Entonces, ya ve que uno de chiquillo. Ya empieza a pelearse uno, a hacer sus travesuras, a hacer lo que los gatos cuando están chiquillos, como se pelean así, los perritos juegan, así. No, mi papá llegaba. Llegaba y decía, "�Que ruido tienen, hijos de quien sabe quien!" No, mi papá nos trataba a pura maldición. "�Qué ruido tienen? Hijos de quien sabe que. Y tú, jija de la quien sabe quien," dice, "�por qué no aplacas el tal ruido de tus tales nenes?"

Todo lo ofendían. De todo se ofendía. "�Por qué se estaban riendo ustedes? �Se burlaban porque yo llegué borracho? �O porque aquí a los borrachos se burlan?"

Estábamos chiquillos temblando allí, que ya a uno los golpeaba. Y cuando el nos golpeaba, nos pegaba con la cuchilla. Pero eran asinotas, asinotas las cuchillas, que anterior se llamaban guaparras � se usaban pa cortar maguey y para hacer leña, para cortar quiotes, para corta palos. Antes habia unas cuchillotas así. Mi papá de esas usaba él.

No, cuando nos golpeaba. Que mi mamá estaba seria, no le boqueaba, nada. Mi papá decía, "�Te estoy hablando, contéstame! Ustedes, que ruido. Ustedes son alcahuetes de su madre."

Ya nos quedábamos allí temblando. Mi hermana y yo. Mi hermano el otro, aparte el chico, que tenía en brazos mi mamá. Mi mamá pues seria. Como mamá era bien trenzonota, que la agarraba la trenza así, y la arrastraba. Frente de nosotros allí. Y luego decía, "Nomás vayan. Nomás griten hijos de quien sabe que."

Entonces, recuerdo yo como sufrió mi mamá la vida negra con el. Sí. Luego una vez, cuando le dio el machetazo, dice mi mama. No, cuando el machetazo yo no me di cuenta. Me di cuenta cuando reventó una taza. Anterior había unas tazas, así como una bolita pero tenía abajo su sentaderita. Mi mamá todavía tiene de esas tazas. Esas tazas era antiguas porque ahora ya no hay de esas. Es así como un foco � bueno, la mitad de un foco, verdad. Ya sabe como son los focos. Esas eran las tazas que había antes. Sabe como se llamaba. Bueno. Mi mamá de eso usaba.

Y un día que le agarraba mi papá con lo que encontrara y que le aventó la taza aquí en la cabeza. No, le rompió aquí la cabeza. Mi mamá le chorreaba aquí la sangre y nosotros la veíamos, como le chorreaba la sangre. Dice, "Ya te llevó la quien sabe que." Que mi mamá no lloraba. Y nosotros tampoco, nomás la veíamos. La veíamos como lo hacía. Y no nos dejaba llorar.

Y nos encerraba. Cuando iba a golpear a mamá, nos encerraba a todos en un cuarto, porque en una ocasión, recuerdo yo, que la golpeó mi papá, entonces mi hermana que se le occurió, que fue a decirle a mi padrino, que era el juez. No, que mi hermana corrió. Y no tardó mi padrino. Y mi mamá, mi papá por ahí estaba, la traiba a pura maldición y a patadas y todo. Entonces que va parándose mi padrino en la puerta del cuarto. Dice, "�Compadre!" Dice, "No haga eso. Deje mi comadre. Déje la pobre de mi comadre. Ya no la golpee."

�No! mi papá no oyó razón. Y que lo mira, y dice, "Y usted, �quién hijos de tal por cual lo mandó a traer? �Usted a que vino a mi casa? Yo mi familia yo me los trago, yo como sea. A naiden le importa." No.

Dice, "No, compadre, está bien, compadre. Como usted dice, en su casa está muy bien. Pero no haga eso. No vaya a matar a mi comadre. Mejor, si a mi comadre la halló en malos pasos, mejor dé parte a la autoridad. No se echa a males usted, de repente lo vaya echarse usted."

"No me hace que me refundan donde sea. Pero yo en mi casa yo mando, y yo sabré. �Y usted que dijo? Largase inmediatamente. �Usted a que vino? Aunque sea usted mi compadre. �Qué vino a hacer?"

"No," dice, "Pues no me voy, compadre. No me voy. Ya le digo, déjelo compadre, mejor hagale así, así."

"Bueno, bueno, compadre, porque usted lo dice. Sí, sí, está bien, le oigo sus razones." Y salió pa fuera.

Ya se lo llevó, y le estuvo hablando. No, pues después. "Bueno compadre, ya no la vaya a golpear a mi comadre. Deje la familia. Ya no la golpee."

"No, no, ya no." Y que miraba de coraje a mi hermana. No, mi hermana pues tendría como algunos ocho, nueve años. No, pues después que se fue mi padrino �bueno, platican ellos� dice que las agarró. Otra monda a mi mama y otra monda a mi hermana, por haber ido a avisar. Después cuando golpeaba a mi mamá, cuando se emborrachaba, entonces nos encerraba en el cuarto. Nos encerraba.


�Mi papá, por cuestión de éste, �y Esperanza me indica con un señal de la mano que su padre tomaba �no trabajaba. El día que llevaba aguamiel a vender a San Luis, luego luego se lo echaba a mitad de camino de pura bebida. Así es que. O compraba dos o tres kilitos de maíz o cinco kilitos de maíz, dice mi mamá, lo cargaba en un cántaro de esos. De unos treinta litros que llevaba de miel. Si se traiba unos cinco kilos de maíz, llegaba hasta en la noche, y nosotros de hambre. Mamá dice, "Pues �yo qué les daba? Ustedes me lloraban, �yo qué les daba?"

A veces mi mamá se salía a escondidas a ir a moler a casas ajenas. La gente veía mi mamá, sabían que sufría mucho mi mamá. Y entonces dice mi mamá que así le hablaban las vecinas por allí. Es que dicen que anterior era la gente más abundante. Gentes de mi papá, decían, "Colasa, Nicolasa."

"�Mande?"

"�Como está?" dice.

"O, aquí estoy."

"�Y el Tomasote?" Se llamaba Tomás.

"Pues no, se fue a San Luis con la miel. Aquí estoy esperando. A qué horas vendrá."

Dice, "Mientras que viene, ve a quebrar mi nixtamal. �Anda, muélame! Muélame, tú tan buena para echar unas gordas. Andale. Y ya te vienes, para que le traigas una gorda a tus pobres criaturas, ándale."

Así le hacía mi mamá. Dice que se echaba los dos, los tres cuarterones � antes se llamaban cuarterones. Ahora se llaman kilos. Molía los dos, tres, cuatro cuarterones a puro metate. No, mi mamá era de las mujeres que sabía moler. Quebraba todo el nixtamal y le daba vuelta así, pasaba la masa, hacía pelotas y acá aparte la que estaba bajando. Bueno, y dice mi mamá que ahorita se abolaba los dos, tres cuarterones de nixtamal. Y se ponía a tortillar mamá. Y a pura mano. Dice mi mamá, "Yo no pesaba nada. Yo me burlo de las de ahora. Las nueras de hoy," dice. "No, quisiera verlas cuando yo me tocó ir de nuera. Ahora están en la gloria. Y todavía dicen que sufren. Si sufrieran como yo," dice, "�no! Ahorita les llenaba la canasta de tortillas. Y me daban un traste grande así lleno de nixtamal colmado y ahorita lo bajaba y lo quebraba y lo bajaba, y le echaba unas tres, cuatro, gordas gruesas, que ya bajó, les daba a ustedes de comer. Ya cuando venía," dice, "ya cuando venía, ya a ustedes ya les había dado de comer."

Pero, llegaba. Luego luego decía, "�Qué hubo? Ya me tendrás que tragar. �Qué has hecho todo el día?"

"�Qué te doy? Si �no te estoy esperando todavía el maíz no estaba llegando?"

"�Y no me boquees! �A mí no me boquees!" Que no le respondiera. Y se sacaba el cinturón y le pegaba. No, pues luego nosotros. Pues, luego que le decía a mi hermana, "Oyes tú, �a donde fue tu madre en todo el día?"

"Pues fue a traer agua."

"�Qué, ustedes no podían traer agua? Fue a traer agua, ah, sí."

Mi mamá no le decía a donde había ido, porque entonces iba y maltrataba a las gentes allí. "�Por qué me consienten ustedes a esta vieja?" De esto y este y este otro. "�Qué andas tú, por qué andas en casa ajena por allá? �Andas llorando que estás de hambre?"

�Eh? Que todo le parecía mal.


�Pues allí tiene que le voy a contar la vida que nosotros pasamos.

Cuando yo tenía ocho años yo me acuerdo, mi mamá, se murió el niño. Tuvo otro y se murió. Quedamos tres, dos mujeres y un hombre. Entonces nos llevó para La Laguna. Mi papá me llevó a mi de siete a ocho años a La Laguna. Fui dos veces a La Laguna. Yo le doy razón por allí por eso rumbo, la marca Lagunera. Yo doy razón. Recuerdo yo todavía.

Bueno. Nos ibamos por tierra. Mi papá se iba con algotra familia. Quiere decir que, con otro señor, con su mujer y su familia. Se juntaban. "Oyes, fulano, ya se llega el tiempo del algodón. Vámonos para La Marca Lagunera." Dice, "Pues sí, como no, sí nos vamos." "Tal día salemos." "Sí, a buscar algo por allá. Pues aquí estamos muy escasos. Hay que irnos a las pizcas de algodón." Entonces, eso sí me acuerdo yo muy bien. Dice, "Bueno, tú �qué? �Con quién te vas a llevar?" Dice, "No, yo me voy yo solo. Yo, y voy a llevarme las muchachas. La vieja allí la dejo, que se quede con el hijo," que era mi hermano más chico. Decía, "Bueno, te quedas. Te quedas con tu hijo. Raspa los magueyes." Mi mamá quebraba los magueyes, les sacaba la miel, raspaba la miel, y la encargaba o la iba a vender ella. Entonces dice, "Aquí si Dios quiere, entre dos o tres meses aquí estamos." La dejaba a mi mamá todos esos meses.

Dice, "Te traje el maíz. Me vas a echar las tostadas." Cuando echaba la tortilla al comal, la dejaba que se secara. Esas eran las tostadas de parida que uno le llamaba más allá. Llenaban dos costales, pues esas tortillas doradas nos tenían que ajustar como medio mes, como quince días. Nos duraban tres semanas, o si no el mes.

�Pues que me llevaron! Pues yo y mi hermana, nos llevaron. Y allí vamos, ahora sí. Salimos un día temprano, agarramos ese rumbo, y hasta donde se nos hizo noche. Si en el monte se nos hizo noche, en el camino quedábamos. En un lugar que no hubiera hoyos de víboras así en el suelo. Los burros ya los echaban al monte. Y luego ya las mujeres � bueno, nosotros, pues de mujeres, de muchachas, nosotros chiquillos � pues no más daba el grito, "�Orale! �Que hay que prepararme la lumbre!" Pues que ya, cenábamos, si llevábamos frijoles, las mentadas tostadas, llevábamos café, azúcar, frijol pa poner. Ya nos acostábamos en el monte. Otro día, que serían las cinco de la mañana. "�Orale! Pa arriba." De oscuro nos levantaba y cargaba los burros. Y todo el día era camina y camina y camina.

Pues que ya llegábamos a la Marca Lagunera. Los algodonales, los labores. �Largos los surcos! No más el algondal se veía blanquear cuando ya estaba el monte así ya blanqueando para pizcar, que ya estaba seco, para pizcar. No, pues que llegábamos. Entonces ellos se van a buscar, para andar preguntando, �quien es el dueño del algodón? Pues que ellos iban a buscar trabajo, �verdad? "Eramos de San Luis Potosí. Salíamos a buscar trabajo." "Sí, señores. Eso queremos. Aquí hay trabajo."

Y ya ibamos a trabajar. Compraban unos sacotes, unos sacotes de pura lona, largos, gruesos. Compraba tres pizcadoras, se llamaban, una para el, otra pa mi, y otra para mi hermana. Entre los tres. "Orale. A trabajar." Pues dice, "�Lo que aguanten!" Se mete aquí la bolsa y se lo amarra aquí a la cintura, entonces la bolsa anda debajo de uno. Y es a pizcar. A dos manos. A echar a la bolsa. No, pues se llenaba el bolsón. Y esta se va arrastrando por el surco. Entonces ya iban a vaciar, y vamos devuelta. Hasta que no entraba el sol. Si sacábamos seis o nueve bolsas, pues que eramos buenos trabajadores. Y si no, eran maldiciones que nos echaba o nos pateaba.

Entonces se llenaban unos costales grandotes, tejidos de puro hilo. Pero no costales, se llamaban abrigos. Entonces ya que llenara ese abrigo, bien lleno, bien retacado, pero apretado, ya lo atravesaban arriba del burro y lo llevaban a pesarlo donde estaban recibiendo el algodón. Dicen esa pesó doscientos o trescientos kilos. A tanto precio el kilo. �No! Allá, viva Dios. Allá comíamos. Ya compraba una cosa y compraba otra. Cuando habíamos andado en el sol, allá la gente no carece. Hay unas labores que tienen algodón, y entre el algodón hay unas matas de sandía. �No! Pues allí comíamos de lo mejor. Y luego al hambre a mediodía, salíamos a comer, o iban a vender el dichoso pan francés. Que aquí dicemos que son bolillos o son virotes. Allá se llama pan francés. Un pan tan rico que hacen allá, que no es igual a aquí. Un pan tan sabroso que había. �No! Pues allá, viva Dios.

Allí se iba pasando el tiempo. Nos veníamos hasta que no se acabara la pizca. Eran tres, cuatro, cinco labronotes bien grandes. "�No! Aquí tenemos chamba. Mira, ya hay otra que ya va pa arriba. Hay chamba." Se pasaba tres meses, pasamos otro mes, otro mes. Duramos casi el medio año. Se venía bien pesudo mi padre. Pero ya llegando aquí, que nos vistiera pie a cabeza, �nunca! Todo el dinero que traiba lo gastaba en la tomada. Nos traiba como quien dijo, pues como luego se dice, encuerado. Con unas puras naguas, como digo yo, de lona. La lona es fría � �conoce cual es la lona? Hágase como que es un cuero. Cuando veníamos, �a raíz! �Descalzas! Se nos acababan los guaraches que nos compraba allá. Guarachillos de pura correíta así de cuero, de vaqueta. Se nos acababan y aquí que llegábamos andando de por allá, y a raíz.


�Y ya cuando venimos, la gente ya empezó a decir a mi papá que mi mamá andaba en el camino. Pues sí. Por tierra a San Luis. De La Campana a San Luis a vender la miel. Fue a vender miel.

�No!, llegando mi papá a La Campana, no, ya iba a matar a mi mamá. �Sí! La iba a matar porque se fue a San Luis a vender el miel.

"Oyes, tú te distes vuelo, �verdad?"

"�Yo? �Aún con quién?" le dijo.

"Que tú venías con más parranda de viejas que les gusta el gusto, y con pelados."

No. Mamá se aguantó, se aguantó, hasta que ya dijo una vez. Una vez, que la golpeó y le dijo que fuera a raspar, sacara la miel. Y que él iba de vuelta a San Luis. Dijo mi papá que iba a venir a mediodía con el maíz, para que nos diera de comer.

Entonces teníamos un burro, que ese burro entregaba mi papá cuando llegaba de San Luis. Luego rebuznando, porque mi papá donde llegaba a tomar a las casas, donde vendían pulque, el burro rebuznaba. Y ya nosotros lo oíamos, le conocíamos el rebuznido del burro.

Mamá dijo. "Ya viene tu papá y a ver si, por allí rebuzna el burro. �Aquí a que horas le va traer el maíz? Y ya viene que quiere comerme aquí, que no le tengo que comer."

No, dice mi mamá, dice, "Ya." Entonces mi mamá dice que se le dio. Mamá, me acuerdo que mamá me dice, me dijo bajito, �y Esperanza se pone a hablar en un tono muy bajo, imitando la voz de su madre �"Ahorita vengo, voy a ver a tu papá. A ver si no le parece mal. A ver si no me golpea que voy. No, le voy a decir que me suelte el burro. �Desde que horas está a llore y llore y luego yo aquí oyendo que reniega, y yo qué les doy de comer?"

�No, señor de mi alma, que se fue a verlo!

Ya mi papá estaba echando pulque. Que lo ve.

"Buenas tardes."

"Buenas tardes." La dueña de la casa. "Buenas tardes," dice.

Y que la va mirando. "�Y tú a qué jijos de quien sabe que? �Quien te mandó? hija de quien sabe cuanto."

Dice, "Vine por el burro. Que me des el burro para el maíz, para poner el nixtamal. Pues �qué te doy de comer? Y los nenes allí, �qué les doy de comer?"

Dice, "Que me das de comer" y que le dijo, "Hija de quien sabe que," dice, "�Salte pa fuera! No te metas pa dentro porque ahorita te parto." Mi papá traiba la cuchilla.

Entonces dice que mi mamá, pues sí se fue retirando pa tras y para donde estaba el burro. A soltar el burro.

"No me sueltes el burro, dejarlo allí." En eso mismo mi papá, dice, que se acercó onde estaba mi mamá con el burro y que la aventó el machetazo. Que mi mamá se dio la escapada. Mi mamá se dio la sentada y aventó el machetazo, pasó, por la suerte, del burro. Si no estuviera muerta mi mama. Entonces dice que mi mamá corrió. Dejó el burro.

Y que él se detuvo. Dijo, "Pero en la casa me pagas. �A qué te mandó a traer aquí? Yo no quiero viejas que me anden siguiendo donde estoy, ni que me arreen porque no soy niño. �No!," dice, "pero �me la pagas en la casa!"

No, mi mamá tiene un cuento feo.

Llegó. Llegó a la casa mi mamá. Ya a el no lo siguió. Se quedó allí, como estaba con más amigos. Le decían los amigos, "�Vente, Tomás! �Vente a echarnos otro pulquito! �Vente, hombre! Ay, no te enojes. Vente a echarte otro pulque. �Vente!"

Que los hombres lo mal asistieron que se escapara mi mamá. Entonces mi mamá dice que se vino a la casa. Llegó a la casa ya a la oracioncita.

Dice, "Hijos. �No ha venido esta tu hermana?"

Digo, "No. No, se quedó ella con su abuela."

Dice, "Mira, acuéstense." Yo y mi hermano. "Acuéstanse. Acuéstanse en la cocina."

"�Por qué?" Dijimos, "�Por qué, mamá?"

"No, acuéstanse," dice. "Yo ahorito vengo. Voy aquí con doña Pancha. Con la señora. Acuéstanse, ahorita vengo. Al cabo ya no tarda. De venir su papá."

"�Y si viene y no la halla?"

Después que nos dijo, "Mire, hija, te voy a decir la verdad. Tu hermano está chico, no sabe. Te voy a decir la verdad, hija. Mañana viene tu hermana. Dígale pues, yo me voy, me voy para el pueblo. Yo me voy con mi hermana. Yo no le aguanto a tu padre. Ahorita por ir a verlo, me aventó un machetazo. Mas porque yo me escapé, me di la agachada detrás del burro. Y me la sentenció que iba a matar aquí en la casa. Yo ya no lo soporto," dice. "Ninguna ley me ampara, ni nada. Si por eso me castiga la ley, que lo haga. Pero allí se quedan ustedes. �Hijos no traje! �Hijos no llevo!" Y nosotros: "Acuéstanse, acuéstanse ahorita. Ahorita vengo. Acuéstanse."

Decíamos, "Usted ya se va. �A poco va a venir?"

"Sí, si ahorita vengo por ustedes. Ahorita voy a ver a doña Pancha y ahorita vengo. Ahorita vengo por ustedes. A ver que dice tu padre. Ahorita vengo."

Pues nos engañó. Y ya nos quedamos allí ya. Cerró la noche, ya serían como las ocho de la noche, o nueve, que llega el. A pura maldicion y a puros gritos. Nosotros nomás temblando. No, el otro mi hermano se quedó dormido. Era el más chico. Yo nomás estaba oyendo. �No! Señor de mi alma. Que llega, entra la casa. Y háblele, y háblele. "�Nicolasa!" Así. "Que �dónde estás?, hija de quien sabe que madre." Y se abre la cocina. Dice, "�Onde estás?" Se fue pal cuarto y no la halló. Y allí anda detrás de la casa. "�Nicolasa! Nicolasa, �donde estás? �Onde te fuistes? �Onde estás?" Y que se dirije con nosotros, que nosotros nos dejó la luz prendida, que eran aparatos que quemaban petróleo. "�Qué tu madre?"

Yo no le contestaba. Seria.

"�Te estoy hablando! Hijas de quien sabe que. �Onde está tu madre? Se están haciendo dormidos. �Qué tu hermana?"

"Está con mi abuelita."

"Y �qué es de tu madre?"

"No se. No sabemos."

"�Cómo que no saben? �Alcahuetas de sabe que!" �Híjole!

Y mi mamá dice como esa señora vivía cerca, oyó ruido que torpes. Dice que le dijo la mujer de la casa, "Ay doña Nicolasa," dice, "váyase pa su casa. Pa su tierra. Pal pueblo. Ya no regrese con ese viejo malo. �Váyase!" Es que no quisieron echarse responsabilidad de mi mamá. Dice, "Váyase, doña Nicolasa, no vaya venir ahorita Don este Tomás y nos venga a ir a golpear, no vaya a matar, ya que aquí la halla. �Váyase!"

Que sí la animaron que no se quedara allí. Mi mamá se fue a otra casa. Y allí dice "Sí," dice, "no, de veras, ahorita no se disponga a ir. Vengase mañana, madruga y se va. �Deje ese viejo! �Déjelo ya! Las criaturas ya les dejó. Déjelos ahí. Que al cabo a ver si los mata, a ver si se los traga," que le dijo. Y quedó mi mama. Esa noche.

Esa noche que me dice a mi, "�Qué tu madre?"

"Yo no se. Y no se." Y �zas! que nos mete arriba de las cobijas con el cinturón. Y nos dio como unos tres cinturonazos. Y luego yo, bueno, antes de llorar, dice, "Nomás lloran."

Y se sale pa fuera �como perro de la rabia! Se salió y se fue carcajeando y gritando. Se fue a echar más bebida. Y llegó hasta otro día en la madrugada. Bien crudote. Pero ya no venía borracho, venía bien crudote, curándose con la misma �verdad? Ya nos habló, dice, "Me dicen de tu madre porque si no los mato a ustedes."

"Aquí no, nosotros nos acostamos. Ella ya no vino. Yo no sé donde está."

Y él nos maltrató y se fue a ver a mi abuela. Y allá tocó a traerla a mi hermana. "A ver, que tu madre, �ándale! Ya se peló tu madre. Ya se fue con su mozo, tu madre. Se fue con su mozo." Y dice, "�Orale! �Me haces de tragar, o no? Usted vas en parejo. Pullas estos, pullas lo otro. Junto con su madre."

Bueno, Diosito santo.


�Créamelo, pero le aguantamos ocho días, esa vez que mamá se vino, duramos todavía ocho días. Pues sí, creo que a los ocho días, vino a poner la demanda aquí mi papá, a demandar a mi mamá porque se había venido. Y nosotros allí nos trae, ya nos echó arriba del burro, los tres, y allí nos trae aquí a la presidencia. Ya mandaron a llamar a mi mamá. Estaba con mi tío Miguel.

El presidente era ese Alejos Hernández, don Alejos. Yo recuerdo muy bien. Dice, "A ver, don Tomás, �qué? A ver, aquí está la señora."

Dice, "Sí, señor presidente. Yo demando a esta señora porque tal día se me salió de la casa. Abandonó sus hijos. Los dejó allí en la casa y ella se vino con otro."

"Ah, �sí? �Quién es el otro?"

Dice, "Pues se vino con otro individuo. Sola no está. Se vino con otro individuo."

"A ver, doña Nicolasa. �Por qué se salió usted?"

"Sí, sí señor, sí me salí. �Desde los años que yo me fui con él es vida eterna que yo tengo! Tantos tuve, tantos hijos con él. Así es que para él, nunca me ha tratado bien. Así es que el motivo fue, tanto que me ha sufrido, tanto que me ha golpeado. Me escalabraba y todo. Y nunca lo he demandado. Hasta ahora. Nunca lo he demandado. Y no lo demandé. El me demandó. Tal día, hace tantos días, me aventó una amenaza con la cuchilla. Y yo que me escapé. Yo ninguna ley me ampara con él entonces. Yo ya no lo soporto.

"�Por qué? �dice Esperanza, en la voz de su madre.� Muerta de hambre. Como quien dijo, encuerada y todo. Y yo, yo si no cuido un chivo, si no cuido una gallina, no me pongo un remiendo. Si no cuido un chivo, no cuido una gallina, no cuido un cochino, no me calzo. El nunca me viste. �Pues que me lo traiga ese hombre que dice! Aquí estoy, a ver que."

"�Tomás?"

"Sí, con todo eso, �y qué?" Dice, "No hubo motivo."

"�No me aventastes el machetazo? Dijistes que me ibas a matar en la casa. Yo qué te estoy aguantando. �Tantos largos años te he aguantado! Y la vida que me das. No es posible estar aguantando tanto."

"Bueno," dice. "Bueno, pues yo no sé. Yo me echo mis tragos. Quien sabe que."

Dice el presidente, "No, don Tomás, así no es. Entonces �qué es lo que piensa?"

"�Yo? �De recogerla! �Llevármela! Porque tiene su familia."

Dice, "�Mi familia?"

Dice, "�Por qué te venistes a sacar tu familia?"

Dice, "Yo contigo no llevé hijos. Así es que lo mismo son tuyos. Manténgalos o �trágatelos! Como lo has hecho hoy. �Trágatelos mejor! Al cabo tú no los miras como familia. Los miras como contrarios. Como los golpeas a ellos, como me golpeas a mi."

Dice, "�Entonces no me sigues?"

"Pues no te sigo. Y aunque me castigue la ley, pero no te sigo. Ni ahora ni nunca."

"Allí está, don Tomás, a ver. La señora no lo quiere seguir, por que causa. �Entonces ahora que va a hacer?"

No, mi mamá fue de pecho. Dijo, "Y no te sigo." Y no lo siguió.

Dijo don Alejo, "No, la señora no quiere. Nosotros semos autoridades y no tenemos derecho de unirlos a fuerzas. Así es que, según su comportamiento, Tomás, no le queda más, don Tomás, que mantenga su familia, y lleva su hijos, su familia, �eh? La señora dice que no lo sigue. Así es que �déjela a ella! Usted siga su familia. Mantenga sus hijos. Lléveselos pa la casa. Y aquí se arregla en un papel que ya quedaron en paz."


�Pues que así fue, y nos llevó mi papá a La Campana. �No! Pero llegando allá eran maldiciones. Y iba que renegaba de coraje. Eran maldiciones y eran cuartazos que nos daba. Pues ya nos mandó que hicieramos de comer, mi hermana y yo. Amaneció otro día y agarró su rumbo a la borrachera. Y llegaba bien borracho. �Y eran maldiciones! Híjole.

Pues pasamos lunes, pasamos martes, pasamos miercoles, pasamos jueves, pasamos viernes. Sábado, raspábamos. El llevaba la miel a vender. Y nosotros nos quedábamos. Mi mamá dejó cochinos, lo que ella cuidaba, dejó cochinos, dejó gallinas, dejó ganado. Pero él en esos ocho días que nos fuimos para allá, en ocho días, él vendió las mejores cabezas de ganado. Vendió los cochinos, vendió las gallinas, y dejó lo peor del ganado. Y todo el dinero, �qué le hizo? Parrandas que se ponía de borrachera. En ocho días. No teníamos qué comer en la casa. Nada. Hasta que llegó la mielita a venderlo.

Y quedamos allí, ni qué comer. Sentados y sentados y sentados. Nosotros, mi hermana que era la más grande, no tenía juicio ni de barrer la cocina, ni barrer el patio, ni sacar la ceniza. Nos levantamos a jugar. Como estaba una pared que hizo él, que recortó el cuarto porque quedó muy grandote, sobró un pedazo, en esa pared poníamos un palo, y allí estábamos, sube y baja, que uno que sube y el otro que baja. Allí estábamos los tres, las dos nosotros, y luego mi hermano chico.

Pues el sábado, sí el sábado. El sábado�todavía acuerdo yo el día�se fue a San Luis. Llevó la miel a vender. Pues nos dieron las diez, nos dieron las once. Ya era tarde. El ganado balaba. Tenían hambre, pues estaban encerrados. Nosotros estábamos a juegue y juegue. Allí jugando. Pues sin nada de qué comer, sin nada. Entonces que se nos ocurrió que mi hermana sacó las chivas, las pocas chivas que quedaron.

Ahora verá, fue en tiempo de nopalitos. Sería en marzo, abril, por allí. Había nopales de las tunas. Porque mi mamá dejó tres jardines, dejó mi mamá. En el medio, eran dos cuartos, en la cocina, el patio grande, había un nopal, un nopal grandote, que estaban las tunas allí.

Las chivas comían nopalitos. Siempre teníamos de costumbre que nos decía el, "Saquen ese ganado, y luego luego al monte, fueras de la casa. Fueras de la casa. Que se metan a las nopales, no. Porque las chivas se van a tragar mis nopales." Porque se tragaban nopalitos que iban saliendo. Que la casa estaba todo amorallado con nopalillo.

Entonces nosotros ese día sacamos el ganado. Ah, las chivas se metieron entre los nopales. �Y nosotros allí jugando en el sube y baja! Pues ya iba a ser las doce. Y el ganado encantado, las chivas encantadas en las nopales. Las borregas, comen, levantan jigüitito por allí, zacatito, pero las chivas alcanzaban los nopales, �y a comerse nopales!

�No! Que ya llegando por las milpas, llegando a la casa dice, "�Chivas! �Hijas de quien sabe que madre!"

�Santo del cielo! Mi hermana salió encarrillada, y jala mi hermanillo, lo jala, y "Vente, que allí viene mi papa." Y yo me quedé como mono allí en la casa.

Nomás me vio. "Ah, aquí estás." Yo estaba allí en la chimenea, sacando la ceniza. Pues muchachilla. Dice, "Aquí estás. Hija de quien sabe que madre. �Y por qué dejaron las chivas que se tragaran los nopales? �Ahorita las mato!"

Aventó allí el cántaro con el maíz. Y agarra lazo. Agarró un lazo y que se dirigió conmigo. �Y que me tumba! �Y que caí! Que me tumba allí de la chimenea. Y que agarra lazo, y que me amarró del pescuezo. Y me sacó pal patio pa fuera. Y me agarró. �A puros lazazos! Como quien dijo, nos miraba todas asentaderas. Pues nos aventaba sin calzones, sin nada. Pues, sí. Pues. Y luego me agarró a puros cuartazos, a puros lazazos, hasta que quebrantó el. Y se pintó, se fue.

"Si yo ahorita vengo, hijas de quien sabe que madre. �Y si vengo y no me tienen que tragar, las mato de una vez!"

Ay, madre santa. No, pues, que se fue hablando. Me dejó el cántaro allí de maíz. Pues yo saqué la ceniza y prendí la lumbre. Mi mamá tenía una tinota grande asina. Allí eché el maíz. Pues yo ni le eché por medida. Yo eché el maíz, le eché agua y le eché cal. Pero sabía hacer el nixtamal yo. Chiquilla pero todavía sabía hacer el nixtamal.

Y puse el nixtamal en la lumbre y me fui a ver a mi hermana. Por allá andaban en un cerrito en una lomita así retirado.

"Hipólita. Hipólita. Hipólita."

Entonces digo, "Mira lo que me hizo." Y yo aquí con todas las pantorrillas, todos los lazazos pintados aquí.

Dice, "Oyes. Ay, �por qué no corristes?"

"Qué iba a correr, pues peor nos golpearía más."

"Lo mereces. �Pa que te quedastes?"

"Como tú corristes. Aquí hay que estarle aguantando."

Luego me dijo, "Oyes. �Qué te dijo?"

"Dice que le hágamos de comer, que le eche gordas. Y que viene al rato, y que si a rato no le tenemos de comer nos mata. Y dijo que iba a comprar un maguey para quebrar, para echar miel."

"�Oyes, como ves? Yo he pensado, que yo me voy. Yo me voy con mi mama, pal pueblo," dice bajito. Dice, "Si tú quieres irte conmigo, vámonos. Y si te quieres quedar, �quédate! Yo me voy con mi madre. Y me llevo a mi hermano. Yo no lo voy a dejar. Yo me voy."

"�Y como nos vamos?"

Dice, "�Cómo nos vamos? Mira, ahorita como a las tres de la tarde vamos a encerrar el ganado. Encerramos el ganado y nos vamos. Si tú te quieres ir, vámonos. Y si te quieres quedar, quédate."

"No, yo no me quedo."

Entonces dice, "Anda, muela." Me convenció. "Mira, muela. Anda, echa gordas."

Digo, "Bueno. Pero no me dejas, �eh?" Yo le decía, "No me dejas."

Bueno. Pues con el miedo no sé ni como molí, ni como le eché gordas. Aunque pichas, pero le eché gordas. �Qué cree?

Entonces ya llegó mi hermana. Encerró el ganado. Ni pinta. Ya eran como las cuatro. Venimos, salimos, de la casa, entre las casas, �pero así de miedo! Y ya veíamos una persona�nos escondíamos atrás de la cerca de magueyes o entre las espinas, no sé como veníamos. Ya era tarde. Y mi hermana cargaba a mi hermano.

Nosotros venimos por todo un arroyo. Y subimos el puertecito, un puertecito de allá pa acá, y nos paramos en el puertecito, cuando vimos a mi papá. Ya andaba por donde � �saben, donde dicen allí que los Cuatro Vientos? Allí todo eso eran milpas. Porque ahora pues pasa la carretera. �Allí todo eso eran milpas! Nopales, de maguey, nopales. Y el andaba en esas labores con un tío de el. Ya se murió. Andaba comprando, recibiendo el maguey.

Cuando nosotros veníamos subiendo el puertecito. Y ya estaba entrando el sol. No, en el puertecito todavía se camina así, se pasa un arroyo y camina así, se pasa otro arroyo, y sale uno para acá. Se nos hacía que ya venía detrás de nosotros. A llevarnos. "No," dice mi hermana, "donde nos vea que aquí vamos, �nos mata por aquí!" Pues que allí venemos. No supimos ni como llegamos. Y ya trastumbando, que dicemos aquí, la ceja, ya trastumbando para acá, dijimos, "Ahora sí ya estamos en Mexquitic. Ya nos salvamos de el."


�Llegamos, pardeando la noche. Ya encargamos a una comadre que dónde estaba mi mamá. No, pues que mi mamá estaba trabajando con una señora. Allí les molía, allí les hacía el quehacer. Ya llegamos allí, le hablamos. Y va diciendo mamá, "�Qué hubo? �Qué pasó? �Ya les pesó sus padres? Yo por eso cuando me fui no llevé familia. Por eso me vine, no traje hijos. �Qué les hizo?"

Luego empezamos a llorar nosotros. No, pues entonces ya nos dijo mamá, dijo, "Ah, que bien."

Entonces al día siguiente, pues que nos esperan en la presidencia. Cae a mi mamá el aviso, que se presente en la presidencia con todo su familia. Con todos los muchachillos. Nos trató de robo. Nos demandó que nosotros le habíamos robado unas cobijas. �El chiste que no trujimos ni qué cobijarnos! Nos vino a demandar. Ya nos presentamos.

"A ver, doña Nicolasa, aquí el señor don Tomás se queja, vino a poner una demanda, que su familia lo robaron. �Y por que se vinieron? No hubo ningún motivo, que porque se vinieron."

Dijo, "Ah. Lo robaron. �Qué le robaron? Pues como no lo robaron, si lo hubieran robado, fue mi trabajo que quedó. Ahora, �por qué las corrió? Su familia, que su familia, no la aguantó. �Entonces qué? Allí está la muestra. Usted no lo quiera creer, don Alejos."

"A ver, don Tomás, �por qué?"

"No, mire, yo vengo a poner la demanda con estas muchachas que no quieren estar conmigo. Y por educarlas yo, que hagan el quehacer, que se enseñen, se vinieron. Me robaron. Todo unas cobijas, y me dejaron a raíz."

"�Qué te robaron? Vamos a la casa a traer robos. Andale, �qué te robaron?" Mi mamá se la aventó. Mi mamá ya decía, "A ver. �Qué? Tienes todo el ganado, �verdad? �Quién te trabajó? �Verdad? No te serví para nada. Están todas las gallinas, están todos los cochinos, �verdad? Cómo que no."

"Bueno," dice, "a ver que se trata. A ver. �Entonces cómo fue esto?"

No, pues yo no hablaba. Yo no. La que habló fue mi hermana.

"Pues no, pues nosotros así fue. Las chivas se comieron los nopales. Y luego llegó él de San Luis y nosotros estábamos jugando y nos, bueno sí, nos llevó maltratando. Yo corrí. Mi hermana no corrió. A ella la golpeó. Mire, allí trae los moretones."

Entonces dice, "A ver." A mí que me dice que me volteara. "Ah, allí está nomás. No, don Tomás, así no está bien. Pues aquí semos autoridades," dijo este don Alejos. "Semos autoridades, pero no pues ya cuando una familia ya no quiere estar con sus padres según el tratamiento como los trata. Desde luego usted no trata bien su familia."

Ahora luego mi hermana se suelta. Dice, "No, allí no nos baja de maldiciones y luego nos trata que por putas de mi mamá."

"Oyes," dice mi mamá,"ellos no tienen por qué sufrir por mi. Desde luego son sus hijos y es su padre, �por qué los va a tratar mal? Entonces así es que este no es hombre. Así es que no es hombre para ser responsable con su familia. Su familia nunca lo trata bien. �Lo trata como animales! Un animal todavía se considera. Pero el no considera su familia. Así es que mismo. Así es que mismo, yo no le quito sus hijos. Sus hijas. Ellas vinieron a dar conmigo, y aquí están. Ahora le digo a ellas que sigan su padre, ellas no quieren. Ellas están conmigo, según ellas mirarán, quien es el que los aloja, quien es el que los trata mal. Eso no es el cariño de un padre para un hijo."

No, le dijo mi mamá tantas cosas allí.

"Bueno, está bien," entonces dijo don Alejos. "Aquí la familia dirá. A ver, usted niña, �este señor es su padre?

"�No es mi padre!" fue contestando mi hermana.

"�Esta señora es su madre?"

"Sí, es mi mamá."

"�Entonces el señor no es su padre?"

"No es mi padre. No lo es. Y no lo quiero ni ahora ni nunca." Se los dijo muy claro.

Entonces dijo, "Bueno, está bien. Allí está, allí está don Tomás. Lo desconocen. Pues digo allí está. Ya. Ya perdió, don Tomás. Ni modo, �eh? Entonces usted, doña Nicolasa, recoja su familia."

"Pues a mi me entrega la mitad de los animales que quedaron en la casa," dijo mi mamá. "Quedaron cochinos, quedaron gallinas, quedó ganado. Las borregas son de él. Pero las chivas son mías porque me las dio mi madre. Y allá las crié. Entonces porque mi hijas cuidaron, tiene que repartirme la mitad de borregas, como aquí la autoridad diga. Y tengo que sacar mis cosas que quedaron allá."

Dijo, "Sí, muy bien. Muy bien." Dice, "Sí, puede ir a sacar aquello."

Dice, "Sí, señor, sí las voy a sacar. Pero que vaiga el comandante a su casa de aquí de este hombre para que me entregue mis cosas."

No, pues que así fue. Ya hicieron convenio. Entonces así quedó.

Fuimos mi mamá y yo, creo. Con el comandante. Mi hermana ya no quiso ir. Lo vieron en la casa y nos tuvo que entregar la mitad de ganado, pero lo mejor ya lo vendió. Animales, cochinos, nada de eso. Eran dos burros. Nos dio un burro. Y sacó todas las cosas de mi mamá que dejó allí. Cosas de ella de la cocina. Su metate, su molcajate, porque se los regaló mi abuela. La mamá de mi mamá. Se los dio.

Y así quedaron. Nos dio la mitad de ganado. Como quien dijo, lo peor nos dio por ley, por el comandante, la mitad de ganado, un burro, y el metate y el molcajate que quedó de mi mamá. Esos se los dio.

Entonces nos venimos, ya, con esa media docena de chivitas, unas borreguitas, que nos tocó, y nos vinimos, mi mamá y yo y el burro. El burro, lo pidió prestado mi compadre Diego Hernández finado. Creo que no tuviera tiempo allí en la casa el burro. El burro mi mamá lo prestaba que comiera el burro, �verdad? Era el burro que avisaba cuando el llegaba de San Luis a la casa.


�Luego que mi mamá se vino, se amarró mi papá con la vieja, ya iba con la fulana. Era viuda de dos hombres. Sí. Entonces ya la tenía, desde cuando. Ya la traiba. �A poco un hombre en ocho días se iba a amarrar a una mujer, un día para otro, como luego se dice? Nos vinimos, y luego luego se arrimó la vieja a la casa.

Por allí mamá me dice, "Usted vaya a cuidar las chivas, ándele. Vaya a cuidar sus borregas. Enséñase. Váyase a cuidar las chivas. No se vaya dormir."

Bueno, pues, yo me quedé a cuidar las chivas, las borregas. Por allí me juntaba con más. No andaba yo sola. Por el camino viejo, ni años que estuviera la carretera, bueno. Ya pasaban carros, verdad. Entonces por allí me la pasaba.

Onde mi abuela, la madre de mi papá, por allí me vio, que andaba yo por allá con el ganado. Me hallaba por allí, orillas de camino.

Dice, "Tontas, �pa qué se vinieron? Tu madre hizo como dijo camino, y ustedes también, a ver, tu madre se vino, tu madre le gustó el gusto, tu madre se vino, no quiso estar con tu padre. Y ustedes también de pilón. �Por qué dejaron a sus padres?"

También boqueaba.

"Pues ya lo saben como él es. Pero debían de aguantarle, sus padres. Vamos pa la casa, ándale."

Yo ni de chiflada. Nomás una oreja puse.

Dice, "Andale, ya vamos pa la casa, hijo." Dice, "Llévate el ganado, ándale, vámonos. Tu padre no está. Se llevó ya la pancha, ya se fue pa La Laguna, yo estoy sola, nomás con tu tío Celestino. Vámonos. Quiero que me acompañes, hija."

Ella también tenía ganado. Entonces dice, "Allí nos iremos al ganado, las dos. Lleva tus chivas para allá, allá las tienes, allá tú te amachas allá. Y te queda a tí el ganado que te dieron aquí a tu madre, te queda a tí. Ya te quedas allá en la casa." Entonces dice, "Mira, conmigo no te va a faltar nada. Conmigo yo te voy a tener qué comer, nomás yo y tú, nomás yo y tú. Como quieras, vas a pasar bien. Vámonos hija, �qué dices, sí o no? Yo voy a misa, vengo a misa, al regreso que pase, por aquí me esperas, y te llevo, nos vamos."

Y entonces le digo, "Pues voy a decirle a mi mamá."

"�Qué le estás diciendo a tu madre? �Vámonos!"

Yo pues iba. �Mi mamá con que nos mantenía? Si apenas alcanzaba, como dijo, para ella y para el otro mi hermano, y yo, pues claro. Sí sí la veía, que no llevaba con qué fundirse, como luego se dice.

Entonces dice mamá, "Pues allí tú, si tú quieres ir con tu abuela, vete." Nomás que así me dijo. "Si te quieres ir con tu abuela, vete. Pero llévate tus chivas." Dice, "Andale, vete, que te mantenga, siquiera que algo le coman de tu padre, pues por eso trabajé. Allá quedaron cercas de nopal, allá quedaron todo. Si quiere vételos a comer, ándale. Nomás que sí cuando quieras, te vienes. Con todo tu ganado."

Pues al otro domingo devuelta me ve mi abuela. Vino a misa. Ya me lleva pastillas, que antes había de dulces, ya me lleva gordas de horno y todo. "Ten, hija. Vámonos."

Pues �vámonos! Pues allí voy.


��Híjole! �No, me vida, es una vida muy larga, es una historia muy grande, comadre!

Bueno, pues que me lleva. Arriemos el ganado por todo el camino. Llegando, los llevamos al corral con el ganado de ella, que ella también tenía ganado. Y entonces sufrí la vida negra con ella allí.

Pues ya me daba de comer y todo. "Vámonos hija, al cerro. Pero sí, ándale, hija, tráigame leña. Allí tráigame agua. Andele. Lave el traste, ándele. Quiebra el nixtamal, ándele."

Pues me enseñaba por donde pastear. Dice, "Te vas a venir por aquí por el cerro. Que este terreno es mío. Mira, hija, tengo muchas herencias. Si tú te apoyas aquí conmigo, cuando venga tu papa te recoges con el, tú eras la dueña de aquí de todos los terrenos. Mira, yo tengo, tu papa tiene. Ya que tu hermana, tu madre, no quiso estar, pues tú apóyate, aquí estente."

Pues sí, me chiflaba, sí es cierto. Pasaron aquellos meses. Y yo con ella. Entre más más más, ya más me echaba la aburridora ella. Ya pues, será yo me daba flojera, o no sé. Me decía muchas cosas. También me decía como mi papá lo decía. Pero me decía unas palabras, unas, como si yo fuera ya una mujer ya grande, unas babuasadas, con perdón suya, me decía unas cosotas tan feas. Así me daba de comer pero así me maltrataba. Cuando quería pues me daba bien de comer y cuando no, pues mal, �verdad? Cuando quería, ella también se echaba sus copas.

Tendría como algún medio año que yo duraría allí con ella, que onde que llega el día en que llegó mi papá con toda la querendona.

"Buenas noches."

"Buenas noches."

"�Está dormida, mamá? Está dormida."

Pero él no sabía si yo estaba allí.

Entonces dice, "Ah, mi hijo. �Ya vinistes?"

"Sí, ya venimos. Acabamos de llegar ahorita," dice.

"Mucho gusto, y que mi hijo," y que sabe que tanto. "�A que no sabes quien tengo aquí? A tu hija."

"�Mi hija? Pues luego dicen que yo no soy sus padres, pues �qué quieren? �Qué buscan?"

Dice, "No. Pero no es la que te dijo que no era su padre."

"�Entonces quién?"

"Pues Esperanza."

"�Pues no dijo también que no? �Pues qué jijo de la quien sabe cuanto quieren aquí conmigo? �Pa que se largaron?"

"Por eso, hijo cállate, la pobrecilla ya. Ya tiene aquí sus meses," dice. "La encontré por allá, la pobre, por allí con la boca seca," dice. "Yo le dije que se viniera conmigo. Me siguió la pobre."

"Ah, pues que bien que la pasan con su madre, por eso vinieron aquí."

No, que se avienta a maldiciones a decir, tanta indirecta. Yo nomás estaba oyendo, como la rata allí.

Se fueron a dormir a la casa de la fulana. Entonces, pues no, que amaneció otro día. No, señor de mi alma. Otro día, pues que fue a la casa. Ya me persignó allí.

"Pues órale. Que me la voy a llevar para la casa, mamá."

"Pues sí, llévate, pues es tu hija, llévatela." Dice, "Nomás que vaya a hacerte algo, a barrer por allí. Que se venga pa que saque el ganado. Pues aquí está con todo y ganado."

Pues que otro día que me lleva. Me mandó adelante ir a barrer la casa allí todo.

Entonces se fueron ellos para la casa de la esa mujer. Se fueron a traer los burros, las otras maletas que traiban y todo. Entonces se van para la casa. Dijo, "Ahora sí. Tú te venistes devuelta. Suspiran por la casa, �verdad? Pues órale, tienes que hacer lo que te mande la mujer. En lugar de tu madre, tienes que hacer lo que le parezca a esa." Y a ella dice, "Mándala. Que te traiga leña. Que te traiga agua. Y pégala que te lave los trastes. Que te quebre el nixtamal y te ponga el nixtamal."

Pues aguanté ese día, el día siguiente, bueno. Ya se quedaban ellos en casa de mi papá, se encerraban por allá en los cuartos. Yo me quedaba en la cocina. Y otro día me levantaba. Y me gritaba. "�Esperanza!"

"Mande."

"�Ya prendistes la lumbre? �Ya prendistes la cocina?"

Hasta que se llegó un día que yo estaba chulesqueando allí, desde cuando con el metate. Molíamos en el metate que trajo la vieja de su casa. Que moliera yo allí en el metate, que le quebrara nixtamal. O si no le quebraba el nixtamal, que le fuera a traer agua o leña. Pues onde que ese día me dijo, "Andale," dice, "ya sabes lo que te mandó tu padre," dice. "Por que no haces lo que te mandan," dice. "Ve a traerme el agua. Al cabo te enseñó tu madre."

Y que yo le fui contestando. Dije, "�O! como me mandas. Ni porque fueras mi madre." No, que yo le contesté mal. No, señor de mi alma. Vino mi padre y que le dice y que me puso una de perro bailarín. Y se pintaron, se fueron para la casa de la vieja. Se fueron y me dejaron allí sogoteando, que me acabó de golpear.

Dije, "Pues negros. Me voy porque me voy."

�Qué me traje? Pues una lona, una lona grandota que tenía, que es la que me daban para acobijarme. Una lona que trujimos de La Laguna. Pues, me vine escondidas de él, y me vine sola. A mediodía. Que ellos ni siquiera me vieron. Esperando que yo, cuando ellos regresaron, yo ya les tuviera el agua y todo.

�Me vine sola, con mi mamá devuelta!

Acá mi mamá me acaba de regañar. Pero ya nomás de chiflada yo irme con mi abuela, pues. Bueno, mi mamá me acabó de regañar, dice, "Ahorita nomás. Lo que te gusta. Pues ándale. Andale con tu madrastra. Pues fue lo que quisistes. �No que te ibas que porque te iba a dejar la herencia? Ves."

Ay, ay, ay.

"�Ahora las chivas?"

"Quedaron con mi abuela," dije bajito.

Pues allí tiene que a las ocho días o antes de los ocho días, fuimos por el ganado, con mi abuela. Llegamos. Mi mamá llegó como quien dijo allí, a valor. Fuimos a la casa. Mi mamá llevaba ciertas intenciones de agarrar la vieja allí en la casa. A golpearla, será.

Llegamos, estaba la vieja. Y que mi mamá se mete. Y como estaba la barra allí, mi mamá le echó la aburridora a la vieja y la vieja partió carreras, se fue. Entonces nosotros nos quedamos allí en la casa. Y le metió de barrazos allí al cuarto mi mama. El cuarto quedó sentido, porque le metió barrazos, pues era de adobe. El cuarto donde vivía mi papá, vivíamos allí. Entonces ya fuimos con mi abuela. Ya mi abuela nos dio el ganado. Nos trujimos el ganado. Ya hasta traiba unos chivitos que habían tenido las chivas.

Y ya esperaba mi mamá que la iba a demandar, "Que fui a tumbar allí, a barrearle el cuarto y la vieja corrió." Ni el demandó a mi mamá. Ya nada. Se quedó tapado todo aquello.

�Pues ya! Nos vinimos ya.


�Y nos quedamos con mi mamá. Mi mamá trabajaba con mi comadre Mariana y de eso nos mantenía.

De las borregas de mi mamá, una me le llevó el coyote. Otras se murieron. Otras tres chivas que quedaron, las encargó con un señor que cuidaba ganado aquí del diario.

Entonces ya pasaban los años, ya mi mamá ya no nos echó a la escuela. Ni a mi ni a mi hermana. Yo terminé el primer año de primaria, y ya no. Mi hermana llegó hasta tercer año. �Mi hermano chico, menos! Mi mamá ya no tendría con que.

Entonces ya a mi mamá la finada Mariana le dijo, cómo yo estaba allí de oquis. Mi hermana estaba trabajando con doña Tomasa, de pilmami. Y yo, la finada Mariana me echó a cuidar la cócona con los coconitos.

Entonces, mi mamá me mandaba al río. Allí me sentaba con la cócona. Me daban de comer, y allí ya me regresaba como a las cuatro, con la cócona con coconitos. Pues era día con día, día con día, andaría por allí como unos ocho días, día con día, con los coconitos hasta que crecieron grandecitos los coconitos. Los coconitos comen, se crecen donde hay berros, los coconitos, porque los pollos son más buscavida. No los coconitos.

Pues ya estaban grandes. Onde que anduve anduve anduve, pues sí, todo se me juntó. O ya las malpasadas, y las asoleadas, y estuve tiempo con mi abuela, y pues sí, pasaba mala vida yo. Pues de todo aquello se me vino juntando. Ya fui como iba ya pal desarrollo, �verdad? Nomás me dolía la cabeza así. Ya se me quitaba, devuelta me volvia, casi día con día me dolía a mi la cabeza. Hasta que llegó el día en que, estaba yo sentada, arriba de una piedra, nada más de buenas a primeras, me vino. A gote y gote y gote, gote, ya la piedra se estaba bañando de sangre. Ya no me podía mover, si me paraba todo lo me lo echaba yo pa abajo. Yo estaba así, me prendía la cabeza, y los cóconos, yo cuidando la cócona con los coconitos, por allí se metieron entre los jarales allí por abajo de la presa. Antes había mucho jaral allí. Ahora ya no hay nada. Me sentía atarantada yo. Entonces sí, así batallando. Agarraba la cócona. Y andaba batallando para agarrar los coconitos, pa echarlos en una bolsa. Los cóconos los echaba en una bolsa y la cócona la embracilaba. Batallé para arriba, que agarré los coconitos. Y luego me echaba los tragazos pa acá pa abajo, de sangre. Y toda por aquí, toda. Toda que me ponía. Por fin hasta que de ratos regresé a la casa.

Toqué la puerta. Mi mamá me abrió la puerta, entro, y �sopas! que caigo de ancho. �Por poco nos maromearon allá los cóconos!

"�Qué te pasó, mujer?"

Mi mamá me vio así, toda ensangrada.

"Ay, muchacha, vas a matar esos cóconos. Así no me costeas." Mi mamá pues en vez que le diera así algo de chiste de risa, pues se espantó. "Bueno, �pues qué te pasó, quién te golpeó, o qué? �Te caítes o qué? �Qué te pasó?"

No podía hablar, pues me tragaba yo todo aquello.

"Me salió sangre de la nariz."

"�Cuando?" dice.

"Pues ya hace rato."

"Ave María Purísima. �Pues yo qué te hago?" Mi mamá dijo, "Siéntate." Ya me sentó. Entonces mi mamá pidió alcohol con mi comadre Mariana. Entonces dijo mi comadre, "Ay Diosito, �qué, se cayó?"

"No, dice que le salió sangre a la nariz. Dice que por allí dejó un charquero de sangre."

"Válgame, criatura, pero �por qué no te venías? Y si allí te quedas muerta, allí desmayada." Me dijo me comadre Mariana. "Ah, muchacha. �Porque te sentastes en el sol o qué?"

"Pues, no. Me duele la cabeza."

Entonces, "Echale alcohol. Echale alcohol, allí está la botella."

Ya me echó alcohol. Entonces ya me echaba la misma sangre que estaba a chorree y chorree donde estaba mi mamá, así con la mano me la echaba acá misma.

"Echale la misma sangre. Pa que le dé asco, y ya se le detenga."

Me untaban aquí con la misma sangre, con todo. Ay, Diosito santo. Bueno, entonces por fin se me vino calmando.

Al otro día siguiente, devuelta me mandan con los animales. "Y no te sientes en el sol," dice, "porque eso es malo."

Al día siguiente, otra vez me volvió lo mismo devuelta. Entonces ya de a tiro, ya apenas llegué a la casa. Entonces mi comadre dijo, "Acuéstela."

Don Juan González estaba muy mal en ese tiempo. Y vino un doctor de San Luis a curar a don Juan. Entonces en ese momento me tocó suerte que dijo mi comadre Mariana, "Ay Nicolasa, pues no se te vaya a morir esa chiquilla," dice.

"Pues de las malpasadas será. Se fue con la abuela, solo Dios. Qué le haría la abuela, yo no se, porque le permaneció esto. O será de cuando el padre las golpeó. Estará golpeada del pulmón. No sé. El padre las golpeó mucho. Esta la colgó," dice.

"Pues, a lo mejor es lo que tiene." Dice, "No, Nicolasa. Anda, mira, el doctor allí está ahorita con Juan. Dígale que te haga favor que te venga a ver la criatura."

No, mi mamá fue a ver ese doctor. Y ya fue el doctor a verme allí en la casa. Y dice, "Ay," dice. "Oiga, está muy mal su chamaca." Dice, "Esta chamaca se ha de haber caído. O que esta chamaca tiene un derrame de sangre de cerebro." Dice, "�Qué le hicieron? �O la golpearían? �O se cayó? Ahorita es un derrame de sangre que tiene. En la cabeza. Y está muy peligroso. De que se le puede ir de un rato a otro."

Entonces mamá que le dijo, "Pues no, la mera verdad, doctor," dice, "pues, cuando tenía tantos años, el padre de ella, el hombre que fue mío," dice, "el padre de ella," dice, "la colgó de tantos años."

"�La colgó? �Esa criatura?"

Dice, "Sí, sí la colgó."

"�Y por qué fue el motivo?"

"Pues no, por nada." Dice, "La colgó de pies pa arriba, de cabeza pa bajo. Como tanto tiempo la dejó colgada."

Dijo, "Ay, que bárbaro. �Entonces no está usted con su señor?"

Dice, "No."

Dijo, "Ah, pues eso es lo que tiene. Se le fue toda la sangre para la cabeza y hoy está débil, le ha permanecido eso. Eso es un derrame de sangre que tiene. Y esto si se le alivia, será de milagro. Bien vive o bien se muere." Dice, "�Cuantos años tiene?"

"Tiene nueve," dijo mi mamá muy bajito.

"Lo mal cuidado, mal pasado, mal cuidado. Debe tener cuidado con esta criatura." No, pero dice, "Pero aquí está esta medicina."

Ya me dieron la medicina, no sé que sería, el chiste que me recetaron. �Santo remedio! Bendito sea Dios.

"Pues ya no te mando," dice mi mamá. "Ya no te mando que vayas con los cóconos. Ya están grandes, ya no trae jigüite, ya no."


�Entonces donde estaba mi hermana, con la nuera de la patrona de mi hermana, que quería una chamaca. Dijo mi mamá, "Oye, me vas a ir a San Luis. Ya estás buena. Ya no te duele nada. Ya se ve que ya estás buena. Yo no quiero que andes aquí en la calle. Ni te puedo tampoco mandar al sol. Así es que te me vas a ir a trabajar de pilmami. Te vas a ir allí cerca donde vive tu hermana. La quieres ir a ver, allí la ves. Es la misma familia de la patrona de tu hermana."

Yo me daba miedo.

"Vamos, hija. Mira, allí vas a comer bien. Aquí ya ves lo que te pasa."

Iba ajustar yo diez años cuando me llevó de pilmami. Me llevó, ya me dijeron todo y todo. Que embracile esta niña. Y total. Que ya me dejó mi mamá. Me costaron lloridos. Mas el consuelo que estaba mi hermana. Estaba de una casa a otra.

Luego de pilón que me daban de comer un virotito de a centavo, que antes valían un centavo, un virotito chiquito. Tres tortillitas. Una cucharita de lo que fuera la comida. �Y me acostaban en un cuarto donde había mucha rata! En el día cuidaba la criatura, lo embracilaba, pero en la noche me acostaban en un cuarto que tenía mucho telebrejillo allí.

Entonces como me decía la patrona, "Mira, quieres ir. Allá viene tu hermana. Ve con tu hermana, allí. Llévate el niño, nomás cuidándolo, no lo vayas a tumbar. Al cabo allí está mi suegra, llévalo. Allí luego te vienes."

Yo le contaba todo a mi hermana. Como me trataban en ocho días. Dice ella a la patrona, "No, fíjese señora, dice esta mi hermana que esto y esto otro allí con la señora. Que dice que no se quiere quedar ya porque la acuestan donde hay mucha rata."

Dijo, "Sí, es muy sucia María Luisa. Esa sí es muy recia. Sí, mejor vente pa acá. Si ya no quieres estar allí, vente pa acá."

"Pues no," dije, "Yo, no más. Duré ocho días. Yo no quiero estar más. Hoy a mí mamá le voy a decir que yo no quiero. Porque me acuesta a mí donde hay mucha rata. Y luego, el chiquín muy comelón."

�Comelón! Y pa mí un virotito así, mire. Y luego tres tortillitas. Entonces ya le dijo mi hermana a la patrona de ella que me fuera allí con ella.

Entonces allí donde mi hermana, eran dos, la señora y el señor, pero ya señores grandes. Y era un casón tan grande que tenían. Mi hermana barría, trapiaba, lavaba trastes, hacía de comer, para dos personas. Era un casón grande, con el perdón suyo, un casón loco, grandote, una casota grande, pa dentro habia mucho corral, un corral grandísimo, casi era de lado a lado de pura hierba. Mi hermana se le tupía de arreglarle. Entonces a mí me pidió la señora para que regara yo las hierbas. Cada tercer día las regara y las espulgara, quitarles todas las hojas secas de las hierbas. En eso la giré yo. Ganábamos tres pesos al mes. Tres pesos. Pero sabe que con tres pesos comprábamos zapatos, comprábamos vestido. �Eh? Todo. Barato. Tres pesos, �eh?

Nomás que sí pasábamos unos hambres. Todo limitado. Ellos los dos y nosotros dos. Y lo que nos daban una cucharita de una, y otro cucharita del otro. "Y ya eso es de ustedes." Y el café que se hervia para ellos, café que se compraba de unos sobrecitos, esos se echaban en una ollita para ellos y con su leche especial para ellos, y el asiento del café que quedaba, ese teníamos que echarle más agua nosotros. "Echanle agua muchachos, porque ese café todavía tiene mucha fuerza. Ese café no se tira. Echenle agua y ese será para ustedes." Y nos daban un cuartito de leche. Un cuartito de litro a cada quien. Ese era de leche. Iba la viejita, acá la señora, una chaparrita. "Tenga, aquí están sus leches. Una de una, una de otra." Un bolillito cada quien de a centavo, eso era lo que nos daban. Eso era de día con día. En la comida, tantito, unas sobritas de comida de lo que ellos comían, lo poquito que nos quedaba a nosotros. "Allí si ustedes quieren dejar pa la cena, o coman frijoles, su frijol, y la leche y un bolillito." Híjole, quedábamos con un hambre.

Dice la señora, "Anda, tráete, que tres centavos, que cinco centavos de hueso para el perro." Entonces daban unos viajazos de huesos las carnicerias. Estaría la carne más barata, habría mucho animal, muchas reses o no sé. Daban unos viajazos así, por huesos pal perro. Y en eso de los huesos llevaban unos pedacitos de carne. Unos pellejos allí, unos nerviotes allí de la carne de los reses, �verdad? Para el perro. "Hiérvalo. Estos huesos le hierven al perro y se los dan de rato que se enfríe la olla del caldo del perro y se los dan." Eso era su cena del perro. Otro día al perro se le daba tantita leche con café que dejaban ellos de las tazas, con una pieza de pan, o pedacitos de pan de azucar, al perro. Se le echaba al perro. Perrote, era un perrote grandote. �Onde que nosotros esperábamos que se enfriaran y nos comíamos la carne del hueso!

Yo duré un año allí. Ya me hallé. Pues estábamos las dos juntas. Entonces no sé quien me dijo o como fui, que me salí de allí yo y nos desapartamos. Me fui a otra casa yo. Sola allí. Fui a dar, de pilmami también, con una licenciada. Ya estaba yo más grande. Con la licenciada duré año y medio. Ya nos apartamos mi hermana y yo. Nomás que nos veíamos cada ocho días. No, pues allí más o menos, también un poco agarrados, pero me las aguantaba. Onde que una señora que ya se murió nos halló en la calle yo y mi hermana. Dice, "�Cuanto ganas allí?"

"Pues gano diez pesos."

Y devuelta nos juntamos, las dos en una lonchería, por allí cerca del Mercado Hidalgo. Señores eran de Guadalajara. Tenían una lonchería. Pero allí sí trabajamos de noche porque, como hacían pozole, tostadas, tortas, bueno, todo hacían. Eso era trabajo de noche. Trabajamos en el día picar cebolla, picar jitomate, picar lechuga, y a poner el pozole, a poner con patas de puerco, con patas de res, de becerro, así tierno. Ese era el pozole. Y a picar limón, a picar rábano. �No! Teníamos trabajo. Nomás que sí, comíamos más. Hacían, el día trabajar hacerlo y en la noche venderlo, hasta las doce de la noche. Y nosotros eramos meseras. Hasta las doce de la noche. Aquel hora se esperababa la gente del cine. A las doce de la noche se llenaban la lonchería.

Bueno, entonces tiene que duramos allí un tiempecito en esa lonchería. Allí fue el primer retrato que nos sacamos. Allí ganamos quince pesos. Sí, la pasábamos bien. Nomás que sí era muy duro por la noche. Nos acostábamos a la una, la una y media, las dos de la mañana. Otro día levantarnos, así. No. Estaba muy duro. No, ya nos aburrimos.

Onde que devuelta supimos que en otra parte pagaban más. Pues que nos desapartamos las dos devuelta. Yo ya me fui para otra casa. Mi hermana se fue con otra señora, que ya ganaba creo 18 pesos. Es como decir pagan nueve o diez mil a hoy.

Yo me fui a dar con unos dos señores, también personas grandes. Yo ya andaba en los quince años en ese tiempo. Era cuñada y cuñado. Se murió la hermana, mujer del señor y quedó la cuñada, sola soltera. Viejita ya. Soltera. El señor me pagaba, y yo los asistía para la señorita. Entonces no más hacía yo, barría la calle, barría el zaguán. Barría el patio. Arreglaba las hierbas. Barría la pieza de la señorita. Y total. El comedor y la cocina. Hacía de comer yo. La pieza del señor muy poco. El siempre, "Yo la mía no me la haga todos los días. Una vez por semana." Ya un viejito de esos. Estaba jubilado.

Estaba yo muy feliz allí. Allí dure casi pasado de año y medio. Iba para los dos años. Onde la viejita dijo, "Mira, yo me voy para mi tierra. A León. Miguel se va a quedar solo. El"� la casa era de él�, "la casa está a punto de venderla. Miguel dice que si yo me voy que no te vas a quedar aquí. El para el solo se va a comer a un hotel. Pues no, no digas que te corta. Pero así es que puedes por allí buscar."

De los viejitos me hallé otro trabajo por acá por Reforma. Allí duré menos de año. Ya tenía como unos 16, 17 años. Entré con una hija y un papá, el papá y la hija. Duré poco, como la hija tenía novio y luego a veces me dejaba sola con el papá. Y no me gustaba. Yo siempre desconfiaba así. Mejor me salí.

Estaba mi hermana cerca. Allí andábamos cerca, siempre cerca, cerca. Entonces ya le dije a mi hermana. Le dijo a la señora, la patrona de ella, dice, "Fíjate que María se enfermó, y está con su hija. Sabrá Dios cuando vendrá a hacer la cocina." Tenía salón de belleza, la patrona. "Vente tú, vente por partes de María, que María está muy enferma, y no va a venir."

Duraría cerquita del año, me faltaría poquito para ajustar el año de cocinera. No, era una vida muy feliz. Con la señora se llamaba Lola. Todavía vive. Allí la pasábamos muy bien.


�No, estábamos nosotros entonces en nuestros apogeos. Ya de 19, 20 años. Onde que me toca la de perder.

Nos vinimos cada año aquí a las fiestas, aquí a San Miguel, vinimos cada año, yo y mi hermana. Entonces nos dieron vacaciones, ocho días, creo. Y en esos ocho días me voló el gavilán aquí.�

Esperanza se ríe. Ya ha hablado por tres horas casi sin parar.

�Cuando me casé, me regañó mi hermana. Dijo, "�Ya te cansates de mantener a mi madre? �Ya te cansates de darle dinero? Allí donde vas a dar, allí no vas a sufrir, allí no vas a trabajar."

�No, no, me echó la sal!� El silencio de la noche se llena con la risa alegre de Esperanza.

�Bueno, comadre, yo le dije que mi vida era muy larga, eh. Y todavía ni a la mitad.

�No, está muy interesante.� respondo sin querer.

Esperanza exclama, sin dejar de reirse, ��Mi comadre! Todo es interesante, �eh?

Ya pasan de las doce de la noche. Su hijo menor, Mario, frota sus ojos soñolientos y dice, ��Ya va a cantar el gallo!

��Comadre! Y nos falta de cuando me pasé para acá. Eso es lo mero bueno, que nos falta. La vida eterna. A poco hasta me pongo a llorar. La vida que pasé.

De nuevo se ríe, pero con más cautela. �Digo, sí, mi vida es una historia. De veras muy grande. Es como una película. De veras que sí. Para sufrir igualmente a mi madre. Aquí �y con el dedo señala el espacio entre las cejas �me dio dos patadas. Aquí �indicando el lado derecho de la cabeza �me aventó un machetazo. Y pasé la misma vida de mamá.

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Translated Woman: Crossing the Border with Esperanza's Historias was published in English by Beacon Press, 1993. This translation, based on the original tape recordings, was made in 1996 by David Frye and is copyright © 1997 by Ruth Behar.


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