LAS HISTORIAS DE ESPERANZA

RUTH BEHAR

CAPITULO 2

LA CRUZ DEL VESTIDO BLANCO

A veces Pedro y yo nos peleamos y me pega y a mi me da coraje. Al darme mucho coraje yo me enfermo. Y no sé qué hacer. Quiero gritar como borracha y de pronto me duele el estómago... Entonces siento como un pajarito volar en mi pecho. Siento las alas que baten y que me golpean dentro de mi pecho.

� Esperanza, hablando a Oscar Lewis, Pedro Martínez

Si nunca voy a tener nada mío, le dijo a ella, tendré mujeres.

� Alice Walker, The Third Life of Grange Copeland

[The first time she had been so surprised she didn't cry out or try to defend herself. She had always said she would fight back if a man, any man, were to strike her. But when the moment came, and he slapped her once, and then again, and again, until the lip split and bled an orchid of blood, she didn't fight back, she didn't break into tears, she didn't run away as she imagined she might when she saw such things in the telenovelas. . . Instead, when it happened the first time, when they were barely man and wife, she had been so stunned it left her speechless, motionless, numb. She had done nothing but reach up to the heat on her mouth and stare at the blood on her hand as if even then she didn't understand.]

� Sandra Cisneros, "Woman Hollering Creek"]


2 de julio de 1985. Al oírle hablar de su niñez en el rancho cercano de La Campana me dio curiosidad de ir por allá con mi comadre, de ver cómo era.

�Pues vamos, comadre �contestó Esperanza enseguida. �Mañana vamos.

Ella también se entusiasmó, me parecía, de verme interesar por su historia. Salimos tarde aquella mañana bajo una llovizna ligera a medio sol. Pudiéramos haber tomado el autobús o nuestro carro pero Esperanza insistió en que fuéramos caminando. De pronto empezó a llover con ganas. No había donde esconderse del diluvio sin pincharse por los magueyes y nopales, así que seguimos la caminata. Poco antes de llegar a La Campana �lugarejo de casitas esparcidas� ya escampó la lluvia.

�Aquí es donde yo nací �informó Esperanza y desdobló el rebozó que la servía de capucha contra la lluvia�. Aquí en este ranchito, comadre. Ahora lo ha visto usted con sus propios ojos.

Por la noche regresó Esperanza a la casa acompañada por Norberta y Mario.

�A lo mejor se va a cansar de vernos tanto �exclamó al entrar en fila por la estrecha puerta de madera y tomarme la mano.

�Claro que no �dije y los conducí por el patio hacia la cocina. Tomamos los mismos asientos que la noche anterior. Esperanza no esperó en seguir el hilo de su historia.


��No le dije que cuando me casé, que me registraron de dieciocho años? Como no me hallaban en el registro me pusieron de dieciocho años.

Entonces conocí el hombre, pues era de aquí de Mexquitic. Nomás que yo trabajaba allá en San Luis. Cada que yo venía aquí me veía por allí. O yo bajaba la calle y por allí me salía. No le hacía caso y no le hacía caso yo. Y entonces luego me decía, "Uuuuh, que orgullosa, tú."

Yo pasaba como si nada. Y le decía a mi mama. Entonces dice, "No, no, no. Váyase a su trabajo. Váyase a su trabajo."

Y hasta el papá del otro novio que tenía me decía que yo me creyera de su hijo y todo, que él sí que dejara la otra novia, nomás que yo no lo quise. Dije, "Nooooo. No, no."

El papá me decía, "No," dice, "engáñate con mi hijo," dice, "se va lejos."

Dije, "No, pues sí está bien pero él tiene la otra."

Dice, "Ah, la otra también trae otro. Trae el otro, y traen hijo. Mejor tú."

"Pues sí, pero no." Me terquiaron mucho, mucho. Yo fui la que no quise.

Cada que venía pues me veía. Y entonces por allí se andaba, para allá andaba al cerro. Luego se agarraba a chifle y chifle, a cante y cante. Luego mi mama decía, "Uuuuuu, �qué jilgueros tengo por aquí que nomás cada que ven las flores les gusta mucho cantar?" Sí, cantar los jilgueros, pero era el ese que andaba allí.

Decía, "�Qué, Esperanza? �Qué hubo?" Que no sé qué, el otro que no sabe qué.

Y luego mi mama decía, "Andale, muchacha, �qué está haciendo?"

"Ah, nada. Allí voy."

Ya me metía pa dentro. El chiste que nada más así de plática. Y yo así anduvimos. No, yo no tenía que ver con el. Nada. No, nomás por:

"�Qué hubo?"

"�Qué hubo?"

Bueno, no sé, yo no tenía intentos que me voy a ir con él, no. Pero el habló a mi otra hermana, la que está casada en San Luis, esa tenía ocho años.

"�Juana!" decía, cuando se iba pa arriba. "�Juana! Háblale a la Esperanza, que salga a platicar conmigo."

El se venía pero escondidas de mamá. Ella se venía a vender pulque. Al día siguiente devuelta pasó por la casa allí. Estaba allí tocando.

"Ah, Esperanza," dice mi hermana así en secreto, "es el Julio. Dice �Juana, Juana, dile a tu hermana que me regale tantita agua."

Entonces le digo yo, "Dígale que si no ve la presa."

Bueno, todo eso que yo le decía, me lo cantó cuando yo estaba con él.

Entonces dice, "Dice que si no ves la presa."

"No, yo quiero agua que me dé ella. Dígale que me regale tantita agua, que venga." Pero sabía que mi mamá estaba acá en la calle.

Bueno, ya salía yo. Dice, "Orale, Esperanza, traime tantita agua."

"�Que te regale agua? �Qué, pues no ves la presa allí?"

"Uuuuuu, que enojada, tú. Que enojada. �Qué pensaras?"

"�Qué te importa lo que yo piense?"

Dice, "Oooo, que orgullosa."

Y allí estaba a la puerta de la casa. Allí estaba, pero al entrar. Allí estaba.

"Pues sí, no seas mala. Regálame tantita agua."

"�Llévale el agua! �Juana!" La muchacha, mi hermana, ya le traía el agua. Allí se quedó con ella. Sabe que le platicaba. Entonces como había otra salida de la casa, yo agarré mi rebozo y salí. Lo dejé allá con la chiquilla y me vine con mi mama. Yo a mi mama no le decía nada nada. Luego mi mama decía, "Orale, váyase para la casa. Que no diga la gente que tengo una hija aquí pa que los hombres se arrimen a comprarme el pulque. No, vete pa la casa."

"Sí, sí me voy."

Bueno, ese día �merito el 30 de diciembre y otro día ya era el año nuevo� pues ese día, ya llegué a la casa. Llegó mi mamá como a las cinco, dice "Ve a traerte la miel, ándale. Anda, raspa los magueyes, que es tarde." Eran creo que tres magueyes aquí en la huerta de don Tacho Martínez.

Dijo el este, mi hermano, "Yo no voy."

"Sí, sígala."

"No, yo no voy."

Le digo, "Pues que no me siga. No lo necesito que me sigue."

"Andale, pues. Vete a traer la miel. No te tardes."


�Bueno, pues yo bajé allí por la calle derecha y me vio que yo venía sola. No, pues. �Pa que quiere? Ya me andaba yo raspando los magueyes, cuando �zas! que me agarró por aquí atrás. Yo estaba así empinado, sacando la miel de los magueyes, que yo ni lo vi ni como entró a la huerta. �Zas! que por aquí me picó las costillas.

"�Y tú por qué me agarras?" Pero luego yo lo tanteé que iba borracho. "�Suéltame!"

"No, ahora cómo que te suelte. Ya no te voy a dejar."

"�Cómo que no me vas a dejar? �Que tu me mandas o qué?"

Luego dice, "Ay chi, �por qué tan delicada?"

Le digo, "Mira, quítate, hazte para atrás, porque si no yo te meto un raspadorazo, eh." Yo andaba limpiando el maguey con el raspador. Entonces acabo de raspar, que ya agarro la tina y agarro el traste con el raspador y ya me venía.

Allí voy caminando. Al mismo tiempo que yo quise brincar un potrero, él que me agarra de las trenzas. Le digo, "Oyes, esos no son los modos, �por qué me andas agarrando las trenzas?"

"No, que no te vayas."

"�Que no me voy? Nomás que yo no tengo que ver contigo."

Dice, "Bueno, porque no tienes que ver conmigo, ahora lo vas a tener."

"Pues fíjate que a fuerzas, no." Agarré una piedra yo. "�Me va a soltar las trenzas o no? Si no me sueltas, te aviento la piedra."

Pues allí estuvimos retratados contra el potrero. No, que mira que esto y que lo otro, digo, no y no y no. Y él, que mira que esto y que sí, que sabe cuanto. Ya se hizo tarde. Entró el sol y escureció y le digo, "Orale, déjame ir."

No, que entonces me agarró el rebozo. Yo que me salgo, que me zafo del rebozo y se queda con el rebozo en la mano. Me agacho y agarro la tina y que me pepena. Le digo, "Pues oyes, fíjate, que asina no. Así no es modo de tratar a una mujer."

Ya se estaba haciendo noche, por fin. Ya me fui. Y él se llevó el rebozo. Yo sin el rebozo, yo nomás con la tina de la miel.

Dice, "Orale, vente, vamos a mi casa."

"�Ir a tu casa? No, yo no. No tengo asunto que ir a tu casa."

Salimos por la casa de los Pachecos, por allí tenía otra casa la mamá de él. Y allí dice, "Vente para acá. Ahora métate."

Dije yo, "�Que me meto? Pues fíjate que no." Y entonces le digo, "Suéltame," dije, "porque me mama me anda buscando."

"Pues ahora es imposible que tu madre te busque."

Fue en el año del 49. Estaba el bailazo en la presidencia. Pues allí tiene que luchamos toda la noche, que él a hacer las de él conmigo y yo a no dejarme � y así la pasamos, toda la noche. Ni me metió en su casa pero ni al baile fuimos. Fue luchar en la noche. Hasta que no amaneció otro día, que ya antes que amaneciera, que nos viera la gente llegamos a la casilla que tenía la mamá.

A veces pienso ahora, he pensado yo, me hubiera pelado de allí. Me hubiera ido con mi mamá o me hubiera ido a San Luis. Pero decía yo, pensaba, No, al irme yo para la casa con mi mamá, qué monda me irá a poner. No, si me voy mi mamá me va a amolar. Y dije, sí, como quiera mi mama, pues � como digo yo, a mí no me pasó nada, yo a mí no me pasó nada. Pero luego, qué será el grito de la gente, decir que me pasé yo la noche con él. La gente no va a pensar que yo la pasé tan decente, como luego se dice, la gente va a hablar mal de mí. Y todo eso es un descrédito. No. �Qué le hago ya? Más que me la entré a lado con él.

"Bueno," dice, "Vámonos. Pásale. Métate."

"Yo no me meto, y no me meto."

Dice, "Bueno, voy a decirle a mi mamá."

"Dígale, dígale a tu madre. Si es de parecer, sí. Pues si no yo me voy, al cabo nada perdí, como luego se dice."

Pues ya se fue a ver la mamá. Estaban dormidos, ya les habló. Y que todo les dijo, a quién llevaba y quién que no.

"Pues, pásala, pásala, tú �por qué no la pasas, por qué la tienes allá afuera? Pásala."

"No, pues que ella no quiso pasar."

Duró bien ratillo, como unos quince minutos. Hasta que salió. Dice, "Pásale. Métate. Mi mamá dice que sí, que le pases."

Ya, ya pasé. No pues, que ya.

"Pásale muchacha," dice. "Métate. �Que pasó, o qué? Siéntate allí, a ver, siéntanse allí." Y que me persina y luego me dice, "Oyes, �con qué fin te venites con mi muchacho?"

"No, pues yo me vine con el fin que él me prometió que se va a casar conmigo. Me va a cumplir." Entonces dije, "Por eso. Si no, pues, nada perdido. Si usted no es de parecer, pues yo me separo, me voy. Pues al cabo pues yo por mi cuenta fue nada."

"Es cierto, hijo? Es cierto que estás tú al tanto de cumplirle a ella?"

"Pues sí, yo así le hablé, para casarme con ella."

"Ah, muy bien." Y dice, "Tu mamá estará de parecer?"

Le digo, "Sabe."

"Bueno, pues, como dice un dicho: queriendo dos, aunque no quieran cuatro". Pues ya, que arreglamos ya. "Ahora al rato, que amenezca, bien para ir a ver tu mama."


��No! Señor de mi alma. Ya ameneció. Ya salí yo pa fuera, en el patio yo. Mi mama me anduvo buscando en la noche y no me halló. Entonces le preguntó a mi hermana, la chiquilla, con quién me había visto por allí. Entonces mi mama, pues de jilo se fue a la casa allí otro día que amaneció. Cuando yo vine, por el lado de arriba al lado de la calle me estaba mirando.

Dice, "Quítate. Sinvergüenza."

�Yo qué decía? Bien apenada. Bien avergüenzada.

"Ahorita me la pagas."

No, pues me vino a demandar. Sí, nos demandó. Nomás que de rato la suegra arregló con el finado Blas, que le hacía como aportador. "No, no tenga cuidado. Como quiera vencemos la señora. Como quiera la vencemos y se tiene que dar, ahora verás. Usted no le dé cuidado."

"No, que ya nos demandó."

"No le hace. Nos demandaría cuando no le cumpliera su hijo a su hija. Pero desde luego, �su hijo se va a casar con ella?"

"Pues sí, el muchacho está al tanto de casarse con ella."

"Ah, pues no le hace nada. Pues sí, bueno, de coraje, pues tiene que hacerlo, �verdad? Pero ahorita va a ver que la vamos a convencer."

No, mi mamá nos mandó llamar allí a la presidencia. Se viene a la presidencia bien enojada. No, ya quiso, no quiso don Blas, se vino a la presidencia. Luego ya vinieron mi suegra y don Simeón, el hombre con quien estaba ella. Pero no era el papá del hombre mío. Nomás porque nació bajo potestad de el.

"No, Doña Nicolasa," dice. "�Le van a cumplir a su hija! Malo cuando nomás se la hubieran entretenido, sea por el día o sea por la noche, la hubieran entretenido y no le hubieran cumplido. Pero se va a casar el joven con ella, con su hija. Pues déle gracias que su hija ya no ande cayendo por allá o que fracase en otro lado, ahora siquiera hay quien la va a levantar," dice don Blas.

Pues que así fue que mi mamá se dio, que ya se venció. Pero también habló ella, dice, "Aquí lo voy a conocer si es hombrecito. Si es muy hombre y sabe cumplir y sostener la palabra, quiero que ahorita mismo se presente a la iglesia."

No, pues allí ya nos llevan a la iglesia, al curato. Allí ya buscaron testigos míos, testigos de él y todo. Dio el parecer mamá. "Pues sí, que se case. Si lo hizo por burlarse de ella, pues hoy le va a cumplir."

No, pues vale más que mejor así me hubiera dejado.

Fue en enero del 49. Mi mamá me la puso dura en ese momento. Quiero decir que luego mandó que me amarraran. "Se casará en quince días al civil. Y para en otros tantos días, pero no se me pasa el mes, �tendrán que casarse!"

Dijó el señor cura, dijo, "Sí. Ya la señorita, desde luego que no la pidió, se la llevó. Bueno, está bien. De todos modos, ella no va a estar con el joven hasta que no se case a la iglesia."

Me llevó mi mama pa la casa. �Allá me ponía unas buena regañadas! Que arrepentida estaba yo. �Qué me dio yo de engañarme? �No más convencerme yo de un rato a otro, y yo sin tener que ver con él? Pues cuando yo estaba con él me sacaba todos los cueros al sol, lo que yo le decía. �No! Después, me trataba mucho muy mal.


�A los quince días nos casamos al civil. Y me llevó mamá devuelta. "Pa tantos días se van a casar a la iglesia. Pues que tendrá que aprender la doctrina. Tanto él." El, como era muy amigo del Padre Herminio, le perdonó la doctrina. No rezó ninguna doctrina. No, yo sí, pues yo luego me confesé.

Como yo he me había ido con el novio, no tenía derecho yo de llevar corona. Me pusieron el mismo velo en forma de corona, nomás lo chinearon. Dice el Padre Herminio, "No. Aquí todas las que son robadas, las novias que se van con los novios, no llevan corona. A la iglesia no llevan corona. Las que llevan corona aquí a la iglesia, son las que son pedidas."

No, que decían los padrinos, "Padre," dice, "nosotros pagamos. �Cuánto nos cobra porque la novia lleve corona?" Dijo, "No. Eso sí que no."

Bueno, pero dije, al cabo no nada más yo. Cuántas y cuántas no la consiguen. Si yo mismo vi que una muchacha, que será se fue con el novio, será la madrina le puso la corona. Y que va el padre. "A ver �quién es la madrina? Los padrinos de aquí de los novios."

La madrina dice, "Yo, Padre, yo aquí estoy."

"A ver, �fue pedida?" Pues ya iba acá con un resplendor de corona y todo acá. "�Fue pedida?"

"Pues no. No, Padre, no."

"Que no les he dicho que las novias que se van no deben de traer corona cuando se vienen a casar?"

Y que se arrima el padre, y que le jala la corona. �Pobre muchacha, pobre novia! Se quedó en vergüenza. Luego la madrina y todo.

Entonces cuando yo, pues, me fui. Bueno pues, ni modo. No llevé corona, �pues qué? Como no más yo, �eh? Luego decía el Padre Samuel, "Yo para mí, pónganse cuernos. Pónganse cuernos, pónganse lo que se quieran poner. Yo lo que quiero es que se arrimen a la gracia de Dios, que se casen, que no estengan amancebados." Entonces desde que está ese Padre Samuel para acá, sea pedida, no sea pedida, todas ellas van coronadas. No, yo cuando me casé, ese padre era muy duro.


�Bueno, pues que entonces lo velaban a uno la noche anterior. El novio por allá lo velaron adentro del jacal y yo me velaron acá en el cuarto donde la suegra vendía el pulque. Le prendían a uno una vela, el novio por allá y yo acá.

Mi mamá estuvo un rato y después se fue. Y yo allí estoy con la madrin. Me sentaron en una silla y la madrina allí y allí estaba la velota prendiendo.

La que fue la madrina, "Ah, que muchacha," dice. "�Cuántos años tienes? �Y en que trabajabas, en que vivías, y que es tu mama y quién sabe qué?" Me estaba sacando, estuve platicando. Hasta, ya las doce de la noche, la una, ya me andaba el sueño.

Mi suegra y ellas por acá matando los cochinos y haciendo el mole para otro día que nos íbamos a casar. No, sí hicieron buen molazo. Mataron un cochino, mataron un borrego, quién sabe qué tanto.

Dice la suegra, "�Ya le está dando sueño, comadre? Recuéstese allí." Y a mí, "Tú muchacha, allí está una zalea de borrego, seca, acostada allí. Acuéstate allí. Pa que reguanten el sueño."

Otro día ya despertamos como a las seis. Y que, "Ya prepárense," y que ya nos levantamos y que ya preparándonos y que ya llegan las ocho y ya las nueve. Me casé un jueves, entre semana. Fue siendo como boda particular. La misa creo que fue entre nueve a diez.

Ya dieron la primera llamada y ya me sacaron el vestido de novia. El vestido me la hizó doña Clara Vásquez. Ya me hicieron el vestido, ya me compraron los zapatos.

Cuando me fui a medir el vestido, me dijo doña Clara, "�Te vas a casar, muchacha?"

"Pues sí."

Dice, "Bueno. Pues cuidado," dice. "Porque el vestido blanco es bonito pero castigador."

Por qué me dijo eso? Pues me dio risa.

Entonces luego dice, "Pues sí, muchacha, a ver como te va. Qué muchacha." Dice, "Con que te creítes de Julio?"

Bueno, me dijo eso. Y la finada Chela, que me estaba enseñando doctrina, también me dijo lo mismo. "Muchacha," dice. "�No estabas bien trabajando?" dice. "�Que ya vas a ser nuera de fulana?"

"Pues, sí."

"Pues, tonta. Tonta fuistes," me dijo la finada Chela. Esa finada era muy acuache del padre. Todas las novias que se presentaban al curato iban a dar con doña Chela. Allí doña Chela les enseñaba la doctrina. Había un libro muy grande, muy grueso, grande y grueso, que era del Padre Herminio y se lo prestaba a doña Chela, finada, que para que de allí examinara a las novias lo que contenía el matrimonio.

Entonces la Doña Chela me dijo, "Que tonta. �Qué fuistes a dar con esas mujeres? �Esas mujeres allí entran y salen! Esas son del gusto. Y tú fuistes a dar allí con ellos. Ahora verás lo que te va a pasar, la vida que vas a pasar."

"Por qué?" dije.

"�Pues no ves la hija cómo es, cómo está la hija? Y luego también tu suegra, �quién es? Pues, el Julio ni es hijo de don Simeón. El Julio es hijo de don Teodomiro. Nomás que, pos la Timotea se lo llevó ya acá cuando se juntó con el don Simeón. Ya nomás será hijo porque nació bajo potestad de él. Pero no es hijo del Simeón. Pues, a ver. �Qué anduvites de tanto engañarte? Pero bueno, pues ya te amolates."

"Pues, sí. Le voy y le digo a mi mama."

No, mi mamá dice, "�Pues ya ves? Te lo dijieron. Te lo están diciendo. Y yo te lo dije. Pero no quisites entender. �Por qué no me dijistes tú que te andaba cantando el ese pelado?"

"Pos no, no se." Y luego ahora le digo, "Pero usted mamá también, �para qué me dio el parecer que me casara luego luego?"

"�Y yo para que te quería como estabas?"

Dije, "�Y cómo estaba, mamá, cómo estaba yo?"

Dice, "No, porque tú eres tan sencillita, toda la noche."

"Usted piensa mal."

"A poco ese pelado te iba a tener de oquis?"

"No es cierto. �Pa qué me fue a casar? Yo a mí me tenía sin cuidado," le dije. "Claro me estrujaría todo. Pero de otra cosa no," le dije.

"Mm, pues lo dudo. Lo creo, y no lo creo."

"No, mamá. �Usted por qué me fue a parecer que si me casara de una vez? Bueno, si él me tenía, bueno, pues total. No nos casamos, estaríamos asina. Ya si tenía un nene, tenía dos, comoquiera que fuera, pero si veía yo que pasaba la mala vida pues me dejaría de él. Pero no estaba yo manchada de libros. Libros de la iglesia, �a ver!"


�No, pues ya. Ya nos casamos ese día.

Mi mamá en la mañana me llevó el ramote de flores que me mandó mi hermana. Anterior las novias era pura flor natural, no era ramos postizos como ahora. Todas las novias, un ramote bonito de pura flor de nube, con alcatraces.

Ya mi madrina me vistió, me compuso. �Allí va la novia! Y allí tiene las dos velotas. �Ahora ya no les ponen ni eso! Ponían dos candeleros allí, cada quien con una vela. Le ponían a uno hincado aquí, las velas estaban aquí. Un candelero a cada.

Nomás fue mi hermana, mi mamá, mi madrina de bautismo fueron a la acompaña de la misa. Y luego luego se fueron para la casa. No esperaron que los llevaran para allá con la suegra. Ellos salieron de misa y se fueron pa la casa.

Nos aventaron confeti y colaciones. Uuh, las pedradas nos tronaban por la cabeza. Anterior había unas colacionotas grandotes. No los llegarían a ver ustedes, �no? En esa ocasión no se trataba de fotos, nada � de eso no había nada. El que quisiera se fue a retratar a San Luis.

Ya se pasó aquel día. Y yo sola la pasé allí con ellos. Pero de mis gentes, naiden se paró. Es que mi mamá estaba de pica con mi suegra, de años. Ya tenían riña de muchos años. Dice, "�Tú no sabías que yo esa vieja yo no la podía ver? �Por qué te fuites a meter? �Que no sabías?" Por eso es que dice, "Cuando te cases, no esperes que yo vaya a verte." Y sí, no me fueron a ver. Pues que yo me la pase sola.


�A los ocho días que estamos casados, por haber salido yo a la puerta de la calle a fizgar�. Pues sí, se me pareció chanza, de que era lo mismo estar sola como estar yo casada. Salí a la puerta a asomarme. Yo que me voy asomando a la puerta y la suegra estaba en el cuarto vendiendo pulque, con los hombres allí. Y que va llegando el dichoso hombre allí. Allí va subiendo pa arriba. No, que me mira. Bueno, pues yo me pareció gracia. Lo esperé y no me metí.

Sin más sin menos, me agarra de los cabellos, de las trenzas, y me da un metión pa dentro. Dice, "Qué jijo de la qué sabe qué. �A qué salistes? �Qué buscas?"

�Fue la primer zarabanda que me puso! Después estaba yo arrepentidísima de haberme casado. Pues ya �que remedio hago? Bueno, ya me aventó, me partió, me guantonió. "Pues sepa bien que aquí no es como cuando estaba sola."

Ya dice, "Ya vinites a dar aquí. Aquí se acabó madre. Aquí se acabaron amigas. Aquí se acabaron compadres. Amiguitos. Aquí se acabaron comadritas," dice. "Aquí vinistes a saber la obligación de tu marido. Nada más," dice. "A cumplir la obligación que te vas a echar."

No, luego luego me sentenció. Y así fue la vida eterna. Ya le digo, �ay, no! es una vida muy negra! Durante dieciseis años. Durante dieciseis años.


�Luego para el año del 50 yo ya iba a ser madre de familia. La primer niña que tuve con él, me duró nueve meses. Hice un coraje porque lo hallé con otra, una novia que tenía él. Me golpeaba. Y la primer vez que me golpeó y siguió�de cada ocho días, cada quince días, de cualquier cosa�a ver, cualquier cosa. Llegaba y se enojaba conmigo. Y si le contestaba y si decía, "Bueno pues, usted �por qué me golpea? �Yo que le hago?" "Y callate!" Que me sonaba, que me dejaba aquí escurrriendo de sangre.

Pues ya tuve yo la criatura. Ya la criatura iba a ajustar nueve meses, andaba en los nueve meses. �Ya qué remedio tenía yo? �Cómo me voy? �Cómo? Ya con familia y todo. Entonces estaba la cuñada en la casa allí, que la había dejado el marido. Pues allí andaba en el gusto, verdad. Mi cuñada fue quien me dijo, "Pues ese anda con la otra. Y no anda con otra más que la vieja esa Docinda. Es una vieja que está de criada con doña Felicidad."

Y entonces le digo, "Ah, pues sabe. Sabe."

Ya pues que llegaba, de cualquier cosa me estaba maltratando. Ya me daba una guantada o ya me daba una patada, aunque tuviera el nene. Y luego yo pegada al nene aquí, dándole de mamar. Entonces decía la cuñada, "�Ya vino el Julio? �Ahora por qué lloras? �Ya te pegó el Julio?"

"Pues sí."

"Ese sinvergüenzo, aprovechado. Allá anda de rabo pronto y ya le fastidias." Eso me decía la cuñada. Era la única que era un poco poco más buena gente. Sería lo que sería pero era un poco más buena gente, más que la mamá.

Entonces en ese año vino el señor obispo a confirmar y había mucha gente para las confirmaciones. Y un día no había leña ni con qué hacer lumbre. Dijo la suegra, "�Qué es del muchacho?"

"Sabe, que no ha venido."

Dice, "Oye pues Antonia, vayan a la leña. Pues del muchacho no hay nada. Sabe por donde andará por allí." Dice, "Váyanse a traerme basuras."

Mi cuñada tenía una niña, yo tenía la mía. Y la chamaquita esa que tenía era del Inés, mas que ella dejó al hombre por irse con don Adalberto Gutiérrez.

Entonces dice la suegra, "Duerme las criaturas," dice, "déles de mamar y echelos a la cuna. Váyase a traer las basuras, allí por la presa, pa que no vayan tan lejos. Ahorita vienen antes que despiertan las criaturas." A la cuñada dice, "Lleva a la mujer pa que vayan a la leña, pos si se enoja el muchacho, que se enoje. Al cabo, no quiere que salga la mujer a la calle, pero no le trae leña ni le trae agua ni nada y él anda por allá paseandose. A ver si le da vergüenza, que la mujer ande a la leña."

Bueno. Pues que allí me lleva. Bajamos al Calvario, ya agarramos la cortina de la presa, cuando dice, "Eh, Esperanza."

"�Qué?"

Dice, "Mira quien que está allí."

Así por revés estaba la esa fulana lavando. Y el estaba detrás de una piedra�atrás de una piedra escondido. Estaba con el sombrero quitado pa que no lo conocieran.

Dice, "�Míralo, quien está allí! Mira, allí está el Julio. Ay, que ni se mira. Está con la vieja esa. �No te digo que esa es la querida que trae? Esa es. Yo creo que dicen que desde cuando era novia. Y todavía la trae. Ya casado y todo, todavía anda allí con la vieja esa."

Pues que nos fuimos a la leña. Ya hicimos la leña pronto, ya traemos un tercio de leña cada quien, y cuando regresamos todavía estaba allí.

Dice, "Míralo, allí está todavía. Sinvergüenzo. Allí está." Dice, "Tú no te fijes. Déjalo. Tú no hagas corajes, déjalo. Déjalo que se pase, hágalo por la niña. Por la niña que tienes, hágalo." Dice, "Déjalo que se pase, sinvergüenzo, pero aunque vaya yo le echo la viga."

Y allí venemos, allí venemos, allí venemos. Pasamos la cortina y subimos al Calvario. Por allí estaba un potrero. Allí descansamos. Había mucha gente por allí.

Estaban ellos abajo. Y la fulana estaba lavando. Y él estaba allí sentado escondido, platicando con ella.

Luego dice, "Vamos a verlo."

Le digo, "Sí, yo sí voy a verlo. Pero yo me echo a la vieja, porque me la echo. No le hace que me maten." Y allí vamos asomándonos por el Calvario pa abajo, por entre ese peñascotas. El no nos miraría, o se haría, emocionado que estaba allí con ella. No, que agarro como unas tres o cuatro piedras. Y entonces dice, "No te bajes. Mira, yo sé lo que te digo. Hágalo por la criatura."

Dije, "Bueno, dirá bien." Y no quebranté el coraje. Me dio coraje. Pues que agarro las piedras y �pon, pon, pon! para abajo. Le aventé las piedras a la dirección donde él estaba. Le pegaría o no le pegaría o nomás caerían las piedras pa abajo.

Dice, "�Vámonos! Porque ahorita va a subir y a poco nos halla aquí. Va a decir que semos nosotros."

Le digo, "Pero si nos conoció y todo. �Usted cree que no va a decir que semos nosotros? Bueno," dije. "Verá como me toque, ya lo hice ya."


�Pues llegamos a la casa y ya las criaturas estaban a llore y llore y llore y llore. Dice la suegra, "Andale, mujeres. Las niñas están a llore y llore," dice.

Entonces aventé la leña y fui a ver la criatura. Luego mi cuñada dice, "Eh, Esperanza, no le des a mamar ahorita a la criatura. No le des a mamar. Mejor hiérvete una manzanilla y dale a la criatura. Tú no le des de mamar ahorita. Tú también toma hierba. �No ves que le va a hacer mal a la criatura? El coraje que te dio, �tú crees que no? Pues si a mí me dio coraje que no es mi marido, es mi hermano, cuánto más a ti."

"No, pues yo ya le di de mamar."

Que el nene estaba a llore y llore y llore. Que agarro la criatura y que la, pos sí, le di de mamar, la mera verdad. De un tiempo hice el coraje y la criatura le mamó. Nomás mamó tantito, casi nada, como que le cayó mal, como que luego se sintió. Así luego que se quiso desmayar, así. Pues, no me lo crea, a la noche se tapió la criatura, sin poder hacer. Se tapió y yo ni qué, y la criatura se remordiaba y se hacía así. �Que tendrá, y qué tendrá? Le ponía el pañal, su calzón, y ella seca. Ella no se orinaba, no nada.

Duró ocho días tapiadas. Antes de los ocho días terminó ella. Casi para morir, para morir se destapió. Y se murió. Y eso fue el achaque. Se me murió la primera.

No la llevaron al médico, ni la suegra ni él. El estaba a lo que la madre dijera. Si la madre decía, "Lleva la niña" � pero entonces era hasta San Luis, porque aquí no había médico. No, ahora estamos en la gloria, como se dice, aquí con el Centro de Salud. Aqui remedios caseros se hacían.

Fue la señora que me sacaba a mi, esa facultativa, quien dijo, "Pero hombre, doña Timotea, �no jierve? Ya le hubiera dado hervido el hierba anís, ya le hubiera untado las cochinitas con unto, las hubiera batido y se las hubiera untado aquí todo esto a la criatura." Las cochinitas que hay por allí, �no las conoce? Es un animalito así, como mi yema de mi dedo, que se hace bolita. Como una tortuga. Cochinitas. "Y le hubiera hervido el hierba anís luego luego, cuando la criatura se tapió. �Cuanto tiene?"

"Pues ya ocho días."

"Qué bárbaros, la criatura los esperó mucho que le hicieran la lucha. La criatura se te tapió de pura muina. Tú hicistes el coraje y la criatura lo mamó. Y con eso tuvo. Pero ay, qué bárbaros de veras. �Y tu suegra? �El Julio, el hombre?"

"No, pues andan de�"

"Híjole, sí, pobre criatura. No pues ahora, �qué? Pues ya se murió."

Tenía nueve meses.


�Pues allí tiene que así fue, se murió la criatura. Y fue la mala vida. Y fue la vida que me daba. Todo me decía y luego le decía yo, "�A ver, cuál es la causa por qué se murió la criatura?"

Corajes no me hacían falta. En un continuo estaba yo con los corajes. No comía. Solo con el coraje, cuando me golpeaba, me agarraba de las trenzas y me arrastraba. Yo solo con el coraje. Que me hacía lo que me hacía.

Tuve la criatura, el segundo. Ese se me murió al año. A ese le pegó vómito y diarrea. Y no le pude parar nada. Se le quitaba y otro día estaba devuelta. Pos yo lo estaba criando, dándole yo el mismo veneno, como me decía la señora que me sacaba. Dice, "�Como se te van a aliviar tus criaturas? Si te suegra te plegonea, el pelado te golpea, te hace pasar corajes, mal comida, y tú con el nene pegado. Pues, �qué? �Como se te van a criar? No, así no se te crecen."

Eso me decía cuando yo me ponía devuelta un mal. Ella me iba a sobar, �verdad? Entonces es cuando decía. Pero a escondidas, que no oyera la suegra, porque nada más andaba cachando a ver qué me decía la mujer, si me estaba aconsejando. Así me decía a escondidas.

A ese, el segundo, se le reventó el ojito. Es que dicen que le hicieron ojo. Esa viejita, que era de las antiguas, decía �ella era como curandera, lo iba a ver� decía, "Miren. Al niño este se le reventó el ojito, pero es de ojo. Y este ojo es de la misma casa aquí. Porque cuando a los niños les hacen ojo otra gente de fueras, lloran, se calenturan, les pega vómito." Dice, "Pero como este niño no llora, nomás se calentura, es de aquí de la misma casa. Le haría por la abuela, la tía, alguien."

"Sabe. No sé."

"Ay, ingratos," dice, "pero como pobre inocente se lo están comiendo." Dice, "Pobre inocente. Dígale que lo limpien," dice.

"Pues sí, lo han limpiado, ellas son las que lo han limpiado."

"Pues me hubiera dicho luego luego. No ahora ya que al niño se le reventó el ojo."

No podía ver, no podía ver porque nomás con un puro ojito. �Y se fue secando! �Quedó el puro hueso! Le pegó vómito y diarrea. Y me dijo la señora, "No, la criatura ya no te vive. Ya no te vive esa criatura. �Cuanto tiene?"

"No, pues que ya mero iba pa tres meses."

"Bueno, a los tres meses muere."

Y dicho y hecho. Se me murió, también. Así es que se murió el primero, se murió el segundo, y se murió el tercero. El tercero era otra mujercita. Y también de lo mismo, de vasca y diarrea. Esa ya iba a ajustar dos años. �Ya! Pues se murió y se murió. �Y era el martirio! El martirio como siempre, de ver que todas las criaturas se me morían. A veces decía yo, "Pues no me costea tener familia, para nomás tenerlos acabándome y yo de oquis, y tenerlos y luego que se mueren, pues no les hacen lucha, y yo �qué les hago?"

Luego me decía él, enojado, "Pues te los tragas."

"Pues sí, pues no tengo qué comer, pues me los trago." A veces que así le contestaba, y �sopas! que me daba.

"�Cállate!"

"�Entonces por qué me dice que yo me los trago?"


�Y así pues, �que hacía yo? Nomás me lo pasaba en puro llorar. Después ya tuve este otro muchacho, ese grande. Era el cuarto, ese otro muchacho que ahora no me habla, que está con el papá. Fue cuando tenía él nueve meses, fue cuando el hombre me dio el machetazo aquí a la cabeza.

Llegó borracho, echándome maldiciones, mentadas de madre, y quién sabe qué tanto. Nos acostábamos en el suelo. Allí no había cama. No, digo que ahora estoy en la gloria, comadre. Ahora estoy en la gloria, digo yo, pos tengo mi cama, ya no me acuesto en el suelo en un costal. Nos acostábamos en el suelo así, un costal, una almohada, cualquier cosa que se tendía uno. No, estábamos de a tiro.

Le tendí la cama, un costal, la almohada que se acostara. Ya me senté allí con él, porque cuando andaba borracho no quería que yo saliera pa afuera. Allí tenía que estar con mi nene embrasilada. Entonces le tendí la cama y se acostó. Y allí está reniege, reniege, reniege�puras maldiciones y maldiciones. Nomás lo oía, yo con el nene allí. Ya se quedó serio. Entonces vi, ya está dormido, pensé yo.

Yo en la lumbre tenía el nixtamal, �eh? Había puesto la tina con el nixtamal, con el cuarteroncito de nixtamal que me daba la suegra para hacer, verdad, porque estábamos todos juntos. Y dije, "Ay," dije, "el nixtamal en la lumbre se estará cociendo." No hice ruido, me levanté quedito. "Ya se durmió." �Haciendose de dormido!

Me fui a la cocina a ver el nixtamal y allí estoy meneando la tina. Y luego pensé, "No, todavía no está el nixtamal, todavía no está." Aticé la lumbre. Se me occurrió sentarme allí contra la chiminea, con el nene aquí en las faldas.

No tardó ni diez minutos, cuando va parándose en la puerta de la cocina. "Hija de tu quién sabe qué madre," dice. "Dejates tu tal dormido, �verdad? �Qué dijites, salites con el otro a verlo, y a mi me dejastes dormido?"

Yo estaba contra la chiminea con el nene en las faldas, sentada. Quise verlo cuando va entrando y dice, "No me levantes los ojos a verme." Cuando �zas! sentí que hasta vi como estrellas.

Fue como hacerme, con perdón suyo, como perro traicionero. Cuando me quiso hablar es porque ya me iba ya el machetazo arriba de mi cabeza. Entonces sentí que me dio. Nomás que usaba yo peinetas así, de chiquitas, traía aquí la peineta de este lado. Nomás lo que me ayudó fue la peineta. Y �zas! Me dice, "Tú quién sabe qué madre, me dejastes." �Sopas! me puso el trancazo. "�Verdad! Hija de quien sabe quien. Me dejates dormido, te salistes a ver tu mozo." Dice, "�Y no me levantes los ojos a verme!" cuando me dio el golpazo.

Yo dije, pues me pegaría con algún palo. No, pues, era la cuchilla. Y luego cuando ya vi que era la cuchilla, aquí ya me iba caliente, caliente, saliéndome aquí la sangre, escurriéndose aquí la sangre. Y mejor me agarré a llorar.

Me vió que ya me iba chorreando la sangre y dio la vuelta. Nomás me dio uno y salió renegando pa la calle. Fue diciendo, "�Y ahora qué? �Por qué lloras? �Ahora qué, qué te hicistes? �Por qué traes allí sangre? �Que te pasó? �Qué, te caítes o qué?"

Entonces yo no le contesté. Pero luego dice, "Se los manda. Se los merece." Con perdón suyo, dijo, "Por mulas rejiegas."

No le conteste. Y yo a llore y llore y llore.

Luego será se espantó y fue a decirle a la nana, a la madre de él. Se metió en su cuarto y salió con el cache. Entonces la nana vendía allí en la casa de don Berna, pero afuera. Tenía un puesto de madera y allí vendía refrescos, pulque, vino, galletas, dulce, de todo vendía allí. Luego corrió a decirle a la suegra, a la madre de él, lo que me había hecho, �verdad? Y la madre, por no dejar, dejó al hijo allí en el puesto cuidando y ella fue a la casa. Pero está comprendido que mandó a la madre que me fuera a ver. A ver que estaba haciendo yo.

Entonces yo de ver que se fue, pues yo salí llorando. Y la sangre nomás me escurría y yo cargando aquí el nene. Andaba yo llorando en el patio afuera.

Pero no me curó, nada.

"Que ocurrente te hiciste? Se los merece. �Quién se los manda? Por mulas rejeras."

Y hoy me prende, en veces me prende. Así siento cuando hago un coraje o me irrito, me prende así. Mamá me dice, "Es que se te cerró en falso." En falso quiere decir, no más con la voluntad de Dios. Porque no me curaron.


�Pasamos como más de mes. Ya como pasado del mes, ya que me había aliviado yo del trancazo a la cabeza, entonces yo estoy pensando. Bueno, pues esa noche la pasamos, me acostaba con mi chiquillo y él ya no se acostaba allí conmigo. Se iba a acostar con la madre, en su cuarto por allá pa dentro.

Era en el mes de agosto, había tunas. El no me habló, no nada, enojado. Y la madre dice, "Andale, hijo. Ensuadera los burros y vamos al monte. Compré la tuna allá en el monte, vamos pa que enganches la tuna y yo pelo la tuna. Voy a llevar a fulano que nos vaya a ayudar a cortar la tuna y para pelarlo." Traiban latas de tuna para hacer colonche, que lo vendía allí. "�Vamos! La señora, allí que se quede, que haga de comer." Me aventaba el dinero para traer el maíz para que yo lo pusiera y lo moliera. Cuando venían ya tenían que comer.

Pos que se fueron y que �me pelo! Salgo a las escondidas con mi nene. �Me voy a ver a mi mamá! Pero iba así de miedo que me vieran pa allá pa arriba. Dije, "Yo voy a ver a mi mamá a ver qué me dice. Pos sí, mi mamá me dijo, Yo por eso yo te lo dije y no entendistes." Entonces yo pensaba, "Híjole, si yo voy a llorar con mi madre, va a decir que ella me lo advirtió entonces. �Pero yo sí voy a verla, a ver qué me dice!" Llegué y sí le hallé y le platiqué toda la historia.

Dice pues, "Tonta, ya que te salites, �salte! Vete a trabajar. Un triste nene que tienes y luego a cómo te trata." Dice, "�Lárgate de él! �Vete a trabajar! Sabes San Luis, cómo te mantienes, luego. Entonces ahora," dice. "Pero yo a mí no me meta, a mí no me tiene por qué meter."


��Pos qué cree? Que así lo hice. �Me pelé! Con todo y nene. Cuando vinieron no me hallaron.

Me fui a dar con mi madrina y mi madrina me llevó a San Luis. Mi mamá ya no se metió pa nada conmigo. Mi madrina fue la que me llevó a San Luis y me consiguió un trabajo.

Fui a trabajar con el ese dichoso muchacho. Tenía nueve meses, iba para los diez. �Ah, muchacho tan llorón! A llore y llore, no quería comer. Nomás el puro pecho, y el puro pecho, y yo trabajando. Ah, como lloraba el muchachillo, de veras lloraba el nene, de veras. Y yo metida al trabajo. Pues yo sabía trabajar�barrer, trapiar y todo. Y así me puse a trabajar.

No, pues mi mama veía al Julio que andaba por allá. Pero mi mamá no le hablaba. Por allí lo veía que nomás se andaba paseando en el terreno. Pero nunca se atrevió decir, "Oiga, �aquí está su hija?"

Entonces ajusté el mes allí en esa casa y luego entré otro mes. �Ay! el chiquillo cómo me cansaba la paciencia, que nomás quería estar conmigo. Yo lo encerraba en un cuarto, "Allí estente llorando." Yo me ponía a trabajar. El muchacho ajustó un año, entró en otro año. A los dos años y medio el chiquillo no quería dejar el pecho. No quería comer, nomás el puro pecho. Entonces la patrona dice, "Oiga, oyes Esperanza, manda el niño con tu mamá para que se olvide el pecho. Ya que no te vea unos ocho días siquiera, a los ocho días que te lo traiga a lo vas a traer. Pero que coma, ya nomás que le den su leche en pocillo. Ya el chiquillo está grande. No es justo que mame ya contigo, porque las criaturas no les da uno de mamar ya grandes."

Fue mi mamá y me lo trajo a Mexquitic. Y en esos ocho días el Lupe por allí se andaba rodeando, a ver si yo estaba por allí, y oyó el nene llorar. Que nomás por allí se paseaba pero no se atrevía decirle, "�Está su hija?" No dice nada, nada, nomás por allí se paseaba. Bueno, a los ocho días me manda la patrona. Dice, "Tu mamá no ha venido, yo creo que no va a venir. Si te apuras por tu criatura, ve a traerlo. Y a ver si ya come."

No, pues señor de mi alma, que vengo a ver el chiquillo. Me vine en el camión y me bajé allí en frente de la escuela. Lo primero fue que me vio. Me vio que le subi pa arriba. Por esa noche él se anduvo por allá oyendo en la noche. Me oyó hablar y todo. Dije, "Mañana me pelo, me voy pa San Luis, pues qué." �No! Ya que me iba ir, que va llegando la policía allá con mi mama. "Usted, doña Esperanza," dice, "aquí le traigo un oficio, una orden que se presente usted en el ministerio público."

Dice mi mamá, "Pues a ver cómo te va. Pero no te dejes. No te dejes. Dígale tú la forma, por qué causas, cuánto tiempo tienes, cuál fue el motivo por qué te fuiste a San Luis. Yo no me voy a meter, yo no. Yo voy a decir que por el niño vinistes tú, total es mi hija, yo he de darte aquí la entrada y total. Si por eso me castiga la ley, a llevarle como nos toque."

No, pues que ya vengo al ministerio público con todo y nene, y �adentro! El Julio muy ancho, la madre muy ancha, barbiándole al ministerio público que por qué causa y que qué tiempo y que tal. Yo nomás estaba oyendo de la carcel. Mi mamá de rato me llevó de comer para el nene, pero yo ni hambre tenía. Yo solo tenía una rabia de agarrarlo y como quién dijo hasta asesinarlo en ese momento.

Y eso el mero 10 de mayo y �cayó un aguacerazo! Anterior hacían unas fiestas muy bonitas el 10 de mayo, que se iba a hacer la fiesta el día de las madres y luego cayó un aguacerazo, pero aguacerazo.

Entonces no se pararon hasta el día siguiente, que ya fue la madre y el hombre a verme al ministerio público. Me sacaron. Dice, "Aquí está la señora que usted dice que es su esposa que se le ha ido."

"Hace tanto tiempo que se fue. Nosotros nos fuimos al mandado y quedó en la casa. Cuando regresamos ya no pareció."

"A ver señora, �por qué se fue?"

Pues ya empecé a decir yo.

"Si usted pasaba la mala vida en esta forma que le hicieron, hubiera tocado a las autoridades. �Por qué se fue a ir?"

El Julio dice, "Pues, mire señor, pues yo como es mi señora, yo trato de recogerla con todo y familia. Yo lo hago por el niño pa que no ande cayendo. Ya se fue, pues ya vino y aquí está que trae el niño. Yo lo que quiero es que regrese a la casa."

Entonces me dicen, "A ver señora, aquí está su marido al tanto de perdonarle que se fue y de recogerla."

Le dije yo, "Ni ahora ni nunca lo he de seguir. Aunque la ley me castigue, pero no lo he de seguir."

"No, hombre, �cómo así? Pues es su marido."

"Sea mi marido, no caba duda, pero la vida que me ha dado él a mí." Dije, "Yo allí no soy dueña de nada. Si su madre nos mantiene, comemos, y si no, él no se apura de nada para mí."

Entonces que se mete la cucharra la suegra. "Oyes, mujer, �pero qué tienes? �Es tu marido! �Por qué no lo quieres seguir? Es tu marido. Ahora, �prefieres andar cayendo? Tú no sufres, sufre la criatura."

"�Y usted como sabe que mi criatura sufre? Pues yo creo que a eso vino al mundo y pa eso me han corrido pa sufrir yo junto con él."

"No, hágalo por la criatura. �Tú, qué? Tú mañana al paso te hallas otro pelado."

Le dije, "�Me hallo otro pelado? Pues oyen ustedes, fíjense.

Dice, "Ay, �ya ves? Y de lebrona."

Y el secretario, "Pero son casados, lo marca la ley."

"Pues que marque la ley, que me castigue la ley. Pero no lo he de seguir. �Para qué? Si me casé yo joven, como quién dijo en mi niñez, con él. �La vida que yo he pasado con él! El no me baja de que yo tengo queridos. Pero �por qué se nos han muerto los nenes? Y sin embargo, por él, todo."

"Entonces no lo sigue?"

Dije, "Lo juro que no lo sigo. Y aunque me refundan donde ustedes quieran, pero no lo sigo."

Dice, "Ay, señora, usted sí de veras."

"�No lo sigo! Pues adentro, pues métanme donde ustedes quieran pero no lo sigo." Dije, "Desde luego él hubo motivo porque se trata así conmigo."

"Allí está, don Julio. �No dice que nomás ella? Bueno, pues adentro los dos." �Nos metieron entonces los dos a la carcel! Nomás que yo en una aposentilla y él en otra. Dijo, "Pues adentro. Los dos tienen el delito."

No, que la suegra decía, "�Por qué van a meter a mi hijo? Ella, ella, ella le gustó el gusto, cuando se fue naiden la corrió. Naiden le hizo nada. �Por qué se fue?"

Dijo, "No, no señora. A la declaración que dan, los dos tienen castigo. Para que se enmiendan, si es que se siguen o se dejan." Y nos metieron un rato y luego dijo, "Bueno, para ya no entretener este hilo, les voy a dejar una hora más. Sálganse para afuera, allá al patio, y a ver qué se avienen. A ver don Julio, usted, y allí convence a su mujer."

�No, óigame, yo no sé, me echarían los artes, yo no sé! El estaba en una esquina y yo por acá y el chiquillo por allá andaba. Y él le decía, "Ven." El chiquillo lo veía y le daba risa. Yo por acá muy enojada. Entonces dice, "Eh, Esperanza. Ya confórmate. Pues que tanto coraje tienes. Ya confórmate. Mira, el niño se quiere venir conmigo."

Dije, "Nomás porque eres muy hondo para mantenerlos, por eso."

"No, mira, que ya va a ser otra vida. Ya que tú te juntes conmigo, va a ser otra vida. Ya no voy a ser lo mismo de antes. Ya va ser otra vida para nosotros. Ya si quieres, mira, nos apartamos."

No, pues nos habían dejado una hora para pensar, entonces a él le daba apuración. Dice, "Sí, mira mujer, ya confórmate. Lo que pasó, pasó. Tú ya te fuites. Yo sé donde trabajas. Yo sé con quién estabas. Por eso te recojo. Hágalo por la criatura." Entonces ya él me dice, "Vámonos ya pa la casa. Ya va a ser otra vida, ya no te voy a malmirar, dice. Ya va a cambiar, óigalo. Ya nos vamos a apartar."

Pos en un decir Jesús me convenció. Quedaron papeles escritos y todo. �Y me ganó y me ganó! En un decir Jesús me echaron los polvos mágicos y me convencí.


�Noooo, comadre, espere, espere. Me engañó, como quién dijo. Noooo, y después fue peor el martirio. Nunca se apartó de la casa. Nunca se salió de la madre. Decía que se iba a ir a trabajar pero nunca se fue. Y siguió el pleito. Ya tuve a Simeón. Ya tuve al chiquillo y fue martirio. Cuando se emborracha fue capaz de decir, "Este no es mío, este no es mío y ya lo traibas."

Este Simeón, dicen que se parece a mí. El nombre se lo pusieron del abuelo postizo, porque ese no era el padre efectivo del tata. Entonces pues le decía yo, "Bueno, si no era su hijo, si usted tantea que yo lo traiba, �pa que tales me recibió, hombre? �Que yo me estaba ofreciendo?" Entonces porque yo le decía eso, verdad, me golpeaba. Yo tenía quince días de aliviada yo del muchacho cuando me pegó. Llegó bien borracho, después llegó la mamá y la hermana de donde vendían, del puesto que tenían en la calle. "Dígale a esta hija de este otro, ahorita acaba de salir tu mozo de aquí."

Ave Maria Purísima. Y entonces yo le dije, "�Hombre, pero cual mozo me ve?"

"No me boquées."

Y en un decir Jesús, �póngale! Me aventó la primera patada y al mismo tiempo que devuelta divisé, �póngale! Fue cuando me reventó la frente aquí. Nooo, pues en un decir Jesús fue un chorro de sangre. El chiquillo mío lo tenía en los brazos�quince días de nacido. Todo aquí se llenó de sangre. Y naiden me curó. Con la voluntad de Dios me curé. Sí, me aventó las dos patadas, pues sí me lo rompió. Y de ver al chiquillo como estaba, todo se llenó de sangre.

Bueno. Se pasó ese día, amaneció otro día y yo con la cara. Y él sabía lo que hacía. Luego se pelaba con la mamá. Se iba con la mamá. Allí quedaba encerrado. Hacía lo que el perro traicionero, me revolcaba y se iba, �eh?


�Fueron siete mujeres que tuvo cuando yo estaba con él. Y puras muchachas. No sé qué les daría. Será puro amor porque pues ningún dinero, pues no trabajaba.

Doña Eufemia, la que vende aquí en la escuela, fue querendona de él. Esa mujer, yo y ella no nos hablamos. Esa fue querendona de él. Y los hallé aquí. Yo misma los hallé. Dicen que esas muchachas, esa Eufemia y las hermanas, que se vinieron de por allá de Cenicera que porque ella tuvo un hijo con el mismo padre. Del mismo padre. Que según, por eso la misma madre cada vez que se emborrachaba le decía "Por culpas tuyas andamos aquí. Por culpas tuyas, de andar de sinvergüenza con tu padre."

El Julio llegaba haciéndose de cuento de borracho y eran golpes que me daba. Solo Simeón, ese sí fue mas duro, ya no fue tan delicado para el cólico. Hacía corajes si le daba de mamar, pero él no se enfermaba del estómago. No, el otro sí�se moría y se moría y se moría. Si ese vino reviviéndose el los meses que yo estuve por allá.

Se quedaba el Julio con la esa vieja Eufemia y regresaba hasta otro día. Con el pleito, queriendo comer y con el pleito. Que porque el plato no estaba lavado, que porque la comida llevaba cabellos, que porque no le gustaba la comida, que porque no le daba pronto. De todo se enojaba.

A mí me lo dijo mi comadre Mariana. Mi comadre allí vivía, pegado a la casa de Eufemia y ellas. Entonces era mi comadre porque eran padrinos de Simeón y del otro muchacho. En misa me dijo, "Oiga, comadre, �anda con la Eufemia! Yo digo porque lo miramos nosotros en las mañanas, a medio día, o tales horas de la noche, está mi compadre con las esas mujeres. Yo me doy cuenta pues allí estamos viviendo de un patio a otro. �Y la mamá muy conforme con el Julio! Sabiendo que mi compadre tiene mujer, �por qué admite que las hijas estengan con él?" dice. "�Ahí asiste! Nomás póngase un día a espiar y verá que lo halla."

Al mes, a los dos meses, a los tres meses, le caiba la orden que se presente allí en la presidencia.

"�On tá don Julio?"

"Pues no está, andará por la milpa."

"Traigo una orden de prisión."

Ya llegaba.

"Hijo, �qué hicites?"

"�Por qué?"

"�Qué hicites que vino la policía a buscarte? Que te presentes ahorita inmediatamente al ministerio público."

"Ah, yo nada."

"�Cómo que nada? Pues algo, allí vienen a preguntar por ti, que te dijera que inmediatamente te esperaban, porque si no vienen a llevarte y te meten preso."

"No, pues yo no he hecho nada."

Ya se posía muy mal pensativo y se metía pa la cocina. Nomás me veía, me daba una rabia desde ojos. Aquél día se fue a la presidencia y ya no regresaba en todo el día. Decía la madre, "Pues ha de estar preso, yo creo. �Qué haría este muchacho? Válgame Dios, �qué haría?"

La cuñada decía, "Pues si, pues cómo no, el novio anda preso. Cómo no, si anda de novio. Pues mira que sinvergüenzo, teniendo su mujer �qué busca, qué quiere?"

La madre misma venía a dejarle de comer porque estaba prisionero, allí comía entre su basura.

Fueron primeras veces. A las tantas meses, otra vez. Que, �quién estrujo a fulana? Decía ella, "�Que te pasó, hijo?" Dice, "Aquí dijo el comandante que dice fulana que le entregues las peinetas, que le entregues los anillos. Pues esas peinetas que traes allí �de quién son?"

"Aah, allí me los hallé."

"No, hijo, pues no le hagas asina. Tienes tu mujer, pues �qué buscas, qué quieres, o qué? Allí avienta el comandante que se queja una fulana que le entregue unas peinetas. Los padres no son de parecer. Tú eres un hombre casado, �por qué andas con la muchacha?"

Ya se arreglaba, le cobraban 20 pesos, le cobraban 30 pesos. A los tres, cuatro, cinco meses, ahí está de vuelta preso, por novio otra vez. Con siete mujeres en los días que anduve con él.

�Nooo, si le digo que es una historia grande! Y total. Yo, sufriendo la mala vida. Un día bien, otro día mal. Un día golpeada, arrastrada, y otro día como quien dijo bien, así que no me golpeaba porque andaba de gusto con las muchachas. Y luego siguió esta Eufemia. Y luego siguió esta Silveria. Y luego siguió una María y también la mujer de don Antonio. Y luego una del Picacho también. No, esa sí fue la que nos desaparto, porque con esa ya le iban a bajar a la penitencia, porque ya era mucho. Ya estaba bien archivado allí. Por esa se escondió y por esa nos fuimos para San Luis. Nos corrió la madre, ya nos fuimos con los dos hijos ya grandes, y otros dos que tuve.


�Noooo, si es una vida grande, comadre. Nunca acabo. Nooo, me falta todavía mucho. Si es una historia grande, que naiden lo tiene como yo. Y unas cosas que se me han olvidado y otras las tengo grabadas. Solo al platicarle: cuándo nos fuimos, cuándo se fugó de la carcel, cómo la madre nos corrió de plano y él se iba a pelar y yo tampoco no me quedé. Cómo nos traiba por allá escondidos por el camino. Cuándo estuvo escondido allí en San Luis, escondido de la ley. Y dónde se amarró la otra cuando tuve yo la última criatura de él, que fue un hijo que se llamaba Juan.

Fue el último que yo tuve, fue cuando se halló la otra en San Luis. Por aquella me dejó. Pero sí me la agarré lindo y bonito, comadre. A mí me dejó que ya mero tenía la otra criatura. Yo ya andaba en ocho meses y días para aliavarme pero así los hallé en San Luis y me los eché. �Me la tranqué a la vieja!

El vendía paletas a las orillas de San Luis, escondiendose de las autoridades de aquí porque andaba fugado de la carcel. Que le iban a meter a la penitenciaría. Y la madre arrojaba el dinero para que se fuera.

No, si le digo que una vida negra, y yo ya en días de tener la criatura. Me decía la madre, "Vete, anda ve al muchacho que te dé dinero. Yo no tengo, yo a veces vendo pulque a veces no, �con qué los mantengo? Ve, al cabo, él toda la semana!"

Después él me empezó a hacer mala cara. "�A qué vienes?"

"Pues me manda su mamá, que venga a dejarle la ropa y que me dé dinero, que lo que ha trabajado usted toda la semana."

"No, pues," dice, "fíjate que no he vendido."

Yo la suegra me hacía que fuera a juntar mejorana y hierbabuena que teníamos allí en la huerta. "Anda, véndalo. Anda, llévalo que te dé para el pasaje y llévate esa hierba, véndalo por allá." Me pagaban los manojitos de mejorana y hierbabuena a cinco centavos. �Qué hacía yo con cinco centavos, si llevaba unos quince o veinte manojitos?

Aunque no lo crea comadre pero yo hasta pedía caridad. A veces me llevaba el muchacho grande, a veces me llevaba al chico. Y yo en días de tener el otro. Y yo ni hallar ni qué comer.

Yo iba con la tía, que quedaba en casa de la tía, y dice, "No, pues aquí no ha venido. El vende paletas, pero sabe donde se quedará. Tal día yo lo tantié que aquí metió una vieja a dormir. El regresa ya noche y se acuesta hasta por allá en el corral, en un cuartillo que le presté que se duerma. Lo vi por la rajadura de la puerta que salió él y salió una vieja, amarrada la cabeza con una pañoleta. Yo creo que se está metiendo viejas aquí a mi casa."

Pues ya no lo encontraba y me venía descolada. Otro día sábado y él no llegaba. Vendía por allá la hierba, a cinco centavos me pagaban el manojo. Me iba por las casas a vender. Pues la mera verdad, tenía hambre. Me ponía a pedir caridad. Y ya trocaba, si no me compraban la hierba los regalaba porque me dieran una tortilla solo por el chiquillo. Entonces no lo encontraba y me venía.

Decía, "Ya vine."

"Ah, �ya vinieron? Pues ándale, �hallates el hombre?"

"No."

"Es cierto? Si estás echando mentiras, si te dio dinero, ándale, compre el maiz para que lo pongas para que le des de comer a los chiquillos."

"Luego me dijo allí su sobrina que él ya trae otra. Que la han visto donde vende paleta. Que es una criada. A mí me dijo Chila que lo ha visto con esa y que esa es la querendona."

Chila era una hija de una sobrina de mi suegra. Me hablaba de tú. Esa Chila tenía cuatro años cuando nos casamos. Dice "Eh, Esperanza"�me hablaban así de tú�"Eh Esperanza, �y el Julio? �Qué te dijo?"

"No, pues se enojó. No me dio nada de dinero."

"Aah, no te dio dinero. �Y qué te dijo? �Te echó la viga?" Entonces dice, "Aah, qué Esperanza. No seas tonta. Ponte lista. El Julio trae otra vieja. Yo lo vi. El venía con el carro de la paleta y estaba en cierta calle y en la mera esquina allí vive. Es una gata." Una gata, quiere decir una criada. "Trabaja allí en esa casa. Es una vieja de este porte," dice, "más grande que tú, mas alta que tú, la que trae de querida. Yo te lo digo, no vayas a decir que te lo dije. Es un sinvergüenza," dice, "aquí trae la esa vieja. Ponte lista. Si no, ponte a espiar."

Y no me daba nada. Me venía y acá la suegra seguía el pleito conmigo, que por qué no le daba el dinero para que comprara maiz. No, pues ya me cansaba la paciencia entre mas tiempo, entre mas tiempo.

"Ve. Ya salieron los chiquillos de la escuela. Vete. Tú no te dejes. Tú exígele que te dé dinero. Al cabo desde luego trabaja toda la semana. �Que no sabe que tiene una familia que mantener? Que te dé algo para pasar la semana porque yo no ajusto para mantenerlos, porque yo no vendo pulque. A veces vendo y a veces no. Ve, no te dejes. Dígale que te dé dinero."

Pues que voy y que me dice la tía, "Ya tiene toda una semana que no se queda aquí. No sé si sacará paleta o venderá o no venderá. Aquí ya tiene una semana que no se pare. Para que tú sepas si vende paleta todavía, anda espíalo. Ya sabes tú donde saca la paleta, anda espíalo allí como a las cinco que llegue, porque yo sé que trae una vieja."


�Y vamos. �Yo ya tenía ocho meses! En días de aliviarme. Pues agarré valor, fíjese. No, yo no sé cómo. Yo de tan dormida que estaba, temerosa, humillada, sí. No, señor de mi alma. Me fui por la calle Arista, por allí por la paleteria, por allí anduve ofreciendo la hierba y como quién dijo, pidiendo caridad para comer. Me llevé a Simeón. Simeón andaba en ocho años ya. Se me habían muerto dos niñas más, aparte del Juan. Nomás quedaron el cuarto y el quinto. Nomás, los otros se murieron.

Serían ya como las cuatro. Me habían dado un taco, le había dado al chiquillo y ya había comido.

"Vamos, vente, vamos, por aquí lo vamos a andar esperando a tu papa, a ver si por aquí lo vamos a ver."

No, dicho y hecho. Salíamos así por Reforma, agarramos llegando a esta esquina, el chiquillo da vuelta y yo también y luego dice "�Mire mamá, mire mamá, mire allá mi papá! �Mírelo, allá va! �Mírelo, allá va!"

"Ah, sí, sí, sí es." Como yo le llevaba la ropa lavada, pues andaba cambiado. Digo, "Aah, hombre, sí es, sí es él."

"Mire, y lleva una vieja!" Dijo Simeón, "Lleva una vieja!"

"Aah, sí, entonces esta es. Esta es la que dijo tu tía, sí esta es."

"Sí, mire, es una muchacha."

"Córrale hijo. Córrale tú, vete adelante." Como yo no podía andar a prisa, le digo, "Vete adelante, sales a la esquina, cuando ellos vayan así, tú te paras en la esquina y fíjate pa donde ganan. Mientras que yo llego a la esquina, tú te fijas a ver pa donde se van. Pero los he de alcanzar y les ha de salir a barbas."

Yo del miedo que tenía, y de humillada que estaba, en esos momentos que yo vi a él con la vieja,� no, señor de mi alma, creo que hasta el miedo perdí. Dije, ahora si me voy a perder o ganar, a lo que me toque. Bien viva or bien muerta.

Entonces el chiquillo corrió y yo también le avivé el paso. No me pesó nada en esos momentos y yo ya tenía ocho meses, me faltaban días. Yo traiba una bolsa de manta de esas que le decían sacos, y en la bolsa traiba yo las tortillas que me habían dado, que había pedido yo, la mera verdad.

Ahí van, ahí van. Y había poca gente por esa calle, poca gente. Una persona allá, otra por acá que venía. Y allí iban los dos, por la banqueta iban.

Y no, en ese momento yo no tuve miedo, yo no tuve nada. Señor de mi alma, cuando ellos ya iban casi saliendo la cuadra, yo iba casi también ya más de la mitad de cuadra. Ellos que bajan la banqueta a atravesar la bocacalle para agarrar la otra acera � sí, me llevaban mucha ventaja. Nomás que se pararon porque están a pase y pase los carros, porque ahí por la de Arista hay los que vienen así, los que salen de aquí, los que vienen de allá, los que dan vuelta así. Pues ellos se pararon. Al mismo tiempo que se pararon, que la llevaba allí del brazo, mientras que los carros estaban pasando, en eso yo avancé a llegar contra de ellos. Pero ni siquiera se las echaban por verla que yo allí iba.

Al mismo tiempo que estaban parados ella voltió así, así, como la llevaba agarrada del brazo él a ella, voltió así, así. Pero como no me conocía, voltió así y que yo me arrimo �y que la agarro de los cabellos! Con las dos manos la pepeno de los cabellos y me suelto de una mano, y le pongo.

"Así te quería hallar," le dije. "�Qué hubo? �Qué le dices a tu niña? �Que eres un hombre solo? �Eres un muchacho? �Un joven? Pues fíjate que estás equivocado. Si antes fue la tuya, ahora es la mía."

Me alteré en ese momento y no supe ni cómo.

"�Y quién es esta? Hija de cielos y tierra," le dije. "�Te creítes lo que él te dice, que es solo? Pues fíjate que estás equivocada. �Qué le dices a tu fulanita, que eres solo? Pues allí está tu familia y aquí ando yo. Y todavía tienes otro. Y cuántos tenemos muertos. �Y por qué andas aquí? �Fugado de la carcel! �Por cuántas no has estado preso?"

Y �sopas! que me la jinco de a puras cachetadas! Pero la fulana no fue capaz de meter las manos. Y se dejó él de ella y me la jalé para arriba de la banqueta y la estiré como perro, como luego se dice. Y no se estrujó. Me la repelié contra una ventana y allí le agarré de los cabellos y le jincaba contra la ventana. Nomás le jincaba a cachetadas, que nomás la sangre aquí le escurria. Y de ver cómo la tenía yo, entonces el me agarró las manos. Dijo, "�Dejala! �Qué te hace?"

Le dije, "�Todavía me dices que que me hace? Eso hubieras visto antes. Sinvergüenza," le dije. "�Cómo estás? Huido de la carcel. Te has fugado de la carcel de Mexquitic. Aquí andas por niño. Pues estás equivocado."

Y que él me agarró esta mano, porque con esta la tenía de los cabellos y con esta otra la jincaba y le pegaba contra la ventana. Y al mismo tiempo que él me pepenó de la mano, que le aviento una bofetada a él, �lo volé el sombrero! Y me dejó y se volvió a agarrar el sombrero. En eso le dije, "Defiéndala! Defiéndala otra vez! Si antes fue la tuya, pues ahora es la mía." Y la fulana, lloró como un nene.

Le dije, "Hoy caminan a las comisiones." Pues ya, nomás mi valor que le decía, "hoy camina." �Pues quién le iba a llevar, cómo iba a arriar yo a los dos a las comisiones?

"Que yo, yo a las comisiones? Estás loca!"

"Pues sí, estoy loca. Y te has aprovechado tú lindo y bonito de mí," le dije. "Pero sin embargo, sígala. Y hasta aquí nos vimos." En esos momentos ya no lo respeté. Ya no lo respeté como marido, le dije.

"Eres un sinvergüenza. Yo respetándote como mejor como si fueras mi padre. Y ahora cómo te encuentro." Le dije, "�Póngale, defiéndala! Métate de vuelta. Y ahora si quieres mátame aquí. Mátame ahora. Aquí estoy en buen punto."

Y ya no se metió. Ya no la defendió. Yo le metí unas cachetadas y la jalaba y la zacateaba. Me decía yo que nos fuera a ver un policía. Ya la vieja aquí le escurría la sangre, sería de lo que le metía yo las bofetadas o la aruñaría, le escurría la sangre. Traiba un vestido cuadrado, delantar de orlanes, un collar de perlas. Aquí traía un collar de perlas, un permanante acá. Y nooo, lo jalé, le rompí aquí el vestido. El dichoso collar de perlas volaron allí en el suelo. La sacudí y le di un empujón. Y más ya no pude. Ya nomás la solté y partió carrera.

Se fue por donde veníamos y él ganó por la otra acera. Y allí voy atrás de él. Allí voy como chichiquite a díguele y díguele y él me decía y yo le decía y él me decía, pero ya no fue capaz de ponerme las manos. No.


�Se entró el sol y prendieron las luces. Fui y le platiqué a la tía. Y me dice la tía, "�Ay, ingrata! �Eso hicites? �Y no te vio la policía? �Y para qué fuites a hacer eso? Para que fuistes a golpear a la muchacha, a la mujer o qué fue? Ni será cierto."

"Bueno, hice mal, pues ya ni modo. Pero de mi no se burla."

"No, pero hicistes mal, fíjate. Y si te hubiera visto la policía la refundida eras tú. Tú ibas a ser la refundida, que ni él ni la mujer."

"Pues qué bueno. Pues esa suerte corrí, que no me vio el policía."

Y me me quedé allá y como le digo, dormí con el coraje. Pues claro, la criatura nació enferma. Pues tanto coraje, �usted cree?

Me vine otro día para Mexquitic y ya le platique a la suegra. Y no lo quiso creer.

"Anda, mentirosa. Eres mentirosa. Eres habladora. �Cómo cree que el muchacho tenga otra?"

"Bueno, pues no lo crea."

Pasamos esa semana, a la otra semana de vuelta viernes dice, "Anda, ve al hombre, a ver si lo encuentras, a ver si lo ves."

Y le digo, "No, pues yo �a qué voy? Ya trae otra. �Ya pa qué voy?"

"No, para que se vea la definitiva, si es que la trae o no. Yo te mando. Llévale la ropa, anda ve."

Pues me mandó de vuelta. Entonces me fui aprevenida con un cuchillo que él me lo dio. Cuando él estaba escondido aquí en la casa, porque se fugo de la carcel, me mandaban a la raspa. Me mandaba en burro a la raspa, hasta Milpillas. Entonces dice, "Mira mujer, te voy a dar este cuchillito. Si algún hijo de tal por cual te sale por ahí y te quiere agarrar, �entiérrale el cuchillo!"

Ya no me llevé a Simeón. Me llevé el otro, Macario. Le digo, "Hijo, vamos a ver a tu papa." Pues ahí vamos otra vez. Me dije, "Ahora me voy preparada, con este cuchillo." Era un puñalito.

Llegamos con la tía, dice, "Aquí no ha venido. Espíalo por allí, por allí andará." Llegué a San Luis. Una señora de aquí que vive en San Luis me dijo, "�Vas a ver a Julio? Aquí pasa todas las tardes. En aquel puesto compra pasteles y le está dando a la vieja. Toman refresco, allí le da los pasteles, allí están comiendo. Todas las noches pasan aquí."

Pues tiene que estamos allí espiando. Le digo al chiquillo, "Ya mero pasa tu papa." Ya nos rajamos de hambre. Yo traiba como algunos quince or veinte centavos �pues se trataba de centavos� un peso, dos pesos, así, que traiba yo. "Voy a comprarme unas tortillas," digo, "y lo vamos a espiar aquí." Y hombre, así fue. Iba a meterme yo a la tortillería cuando él va dando vuelta con su carro de la paleta, agarrando la calle 16 de Septiembre.

Nos dimos la enterrada en la tortillería y nos escondimos atrás de la puerta. Nos dice la de la tortillería, "�Qué le paso, señora? �Quién la carrerea?"

"Dispense que me metí encarrelada. Es que, ese hombre que viene allí de la paleta es el hombre mío y lo ando espiando porque, pues a mí me dijeron que tiene otra."

Me dijo, "Aahh, pues mire que sinvergüenza. Escóndase, escóndase. �El paletero? Yo quiero mirarlo." Ella está adelante, despachando las tortillas.

Pasó la tortillería y agarró la esquina y se fue por toda la de Coronel Espinosa. Entonces nosotros salemos de la tortillería y nos paramos en la esquina. "Allá va, allá va." No, él iba llegando cerca de una casa cuando la fulana oyó zumbar el carro de paleta en la calle y sale a la puerta.

"Mira, ahí está," le digo, "ahí la tiene. No te enseñes, hijo."

Estábamos escondidos en la esquina y ya los vimos. Nos divertimos�como llegó y salió la fulana y le estaba haciendo cariños. Y nosotros estábamos mirando allí!

Era la misma mujer que agarré. "Aah," dije, "si voltea nos mira." Dio la vuelta y no se fijó. Agarra el tal carro, saca una paleta y a ella la daba a la boca. Entonces, pues él muy campante, muy campante iba.

"Vente hijo, vente."

Camina y camina y ya llego y no llego. Nos atravesamos la calle, ibamos en esta banqueta. Ahí voy, ahí voy caminando, ahí voy, ahí voy. Y él ni siquiera volteaba, pa nada. No volteaba.

Ya llegué contra el poste. Bueno, lo que no está de Dios, pero sí llevaba yo malos intentos, sí es cierto. Me dije, "Si no le doy a el, le doy a ella. Uno de los dos."

El estaba recargado contra la puerta. Aquí estaba el poste. Llego ya para el poste, para echar dos pasos para donde estaba la puerta y él, cuando parece que le dijeron, "Mira!" Y divisó pa atrás. �Y que me mira! �Y la fulana luego me conoció! La fulana se dio la enterrada pa dentro, y él le cerró la puerta!

"No la escondas, al cabo ya te la vi." Y en eso yo me quedé con la mano en la bolsa, así. "�Qué hubo, qué pasó? �Sigues en lo mismo, verdad? �Pues órale! A mí no me importa ya nada de eso. Te has burlado de mí de derecho al reves, lo único que quiero es el diario pa tu familia. Y eso es todo. Si quieres seguirla, síguela, pero sí, a mí me das el diario para la familia. Si no, ahorita mismo voy a la caseta, aquí a Tlaxcala, y le hablo a un policía que te arrastre y te saque con todo y querida.

"�Qué, qué, qué, qué traes? Qué traes?"

"Pues �qué traigo? Lo que me ves es lo que traigo. �Hambre es lo que traigo!"

Dice, "�Qué traes, qué escondes?"

"Yo, yo no escondo nada."

Dice, "No escondes nada, �verdad?" Así riendose.

Dije pues, "Fíjate." Y que me doy la ida para la puerta y le jalo el el hilo y se abre y meto la pata en la puerta. El se va conmigo y agarra la puerta a no dejarme entrar. Y la fulana estaba a mitad de patio, así con la boca espantada, mirando, y �que se entierra para adentro! Y él luego me agarra y dice, "�Qué vas a hacer?"

Meto la mano y extraigo el cuchillo. "Mira, así traigo."

"�Ay, mujer! �Qué vas a hacer?"

"�Verdad? Pues �qué crees, que son los tiempos de antes? �Todo cambia!" Y yo ya en días de aliviarme.

"Estás equivocada. Estás loca."

"Si, estoy loca porque me estoy volviendo loca."

�No, y allí estuvimos! En ese momento llegó el carro de la coca. Nos retiramos, nos quitamos de la puerta que vendían la coca allí en esa casa. Y allí estuvimos, como plegoneros allí.

"Orale, échame el diario, es lo que quiero," dije. "Si no, ahorita mismo te arrastro. Nada me cuesta caminar una cuadra o dos y voy a la caseta y te traigo los policías que te arrastren. �Qué tanto puedes correr con el carro de paleta?"

"�Ay, mujer, pero qué traes, mujer! Ya vete para la casa," dice. "Mira, yo no te hago nada. Tú eres la que vienes aquí haciendo tú escandalo. �Por qué vas a hacer eso? �Por qué vas a traer los policías?"

"Por qué? �No sabes por qué, verdad? No, fíjate que a mí no me engañas así. Así que ahorita mismo traigo los policías y te arrastran porque te arrastran."

Me fui caminando, caminando. Yo nomás me daba el valor sola. Me fui caminando a una cuadra y él me fue siguiendo. Dice, "�A dónde vas, mujer? Yo no te hago nada para que tú vayas a ver a los policías."

Le dije, "Pues dame el diario, es lo que estoy pidiendo."

"Si yo no te engañé, yo te dejé en la casa con mi madre."

"�De veras? �Ahí qué voy a comer, aire? �Y los chiquillos, qué? Tu madre me manda contigo luego, �entonces qué? Dígame la definitiva que ya no me quieres y ya no quieres que yo esté contigo. Nomás sí, llegaremos a las autoridades, que tendrás que darme el diario para tus hijos. Eso sí. Y también tienes que sostenerme porque yo me alivie."

Ya no llegué yo a la policía y a la casa todavía no. Nos cansamos de estar alegando. Al hijo le dió una paleta y a mí me daba otra. Yo dije, "Dale, que está antojado, yo a pesar que estoy como estoy, pero no estoy antojada." Al chiquillo le engañó con la paleta que le dió.

Dice, "Vete con mi tía, ahí llego de rato. Voy a dejar el carro de la paleta y ahí llego, ahí te hallo. Vete pa allá y te hallo."

No, comoquiera me engañó. Cerró la noche y él nada. Otro día me vine y nada, ni un cinco para venirme en el camión para acá. Ya descolada, que llegué a la casa de la tía y me traje la cobija. Dije, "Pues me llevo la cobija porque me la llevo." Onde la mala suerte, yo que llego a la esquina, y él va saliendo a la otra esquina. Me dice, "�Ya te vas?" No le contesté. "Te estoy hablando, �ya te vas? �Yo qué te hago? Yo no te debo nada."

"�Qué pasó con la vieja de ayer, a ver?"

"�Yo, vieja? �Cuál vieja? Estarías soñando." El con su vaciladera, con su chispa, así. "Ahora ya te vas, bueno, vete. Yo te tengo con mi madre. �Qué vienes a hacer aquí?"

"�Qué vengo a hacer aquí? Híjole, hasta la pregunta es necia."

"�Ahora, te vas a llevar la cobija? Entonces, �yo qué me cobijo aquí?"

"Y tus hijos, �qué se cobijan allá?"

"Ah, pues allí mi mama les da. Ya vete con mama que te dé que se cobijan, pero aquí déjame la cobija, pues yo �con qué me cobijo?"

"Por eso déme, que debo dar de comer al muchacho, al chiquillo."

"Pues si no traigo."

No fue capaz de darme ni un cinco. Nos venimos como le digo a raiz. Le aventé la cobija. Y desde entonces, desde esa ocasión que se llevó la cobija hasta por el presente, nunca volvimos a juntar palabras. Pero, nunca. Jamás.

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Contact Ruth Behar at University of Michigan, Department of Anthropology, 1020 LSA, Ann Arbor, MI 48109 (Fax: 313 763-6077; Phone: 313 936-0365; email: rbehar@umich.edu)

Translated Woman: Crossing the Border with Esperanza's Historias was published in English by Beacon Press, 1993. This translation, based on the original tape recordings, was made in 1996 by David Frye and is copyright © 1997 by Ruth Behar.


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